Intenciones

A raíz de varias conversaciones, tanto en este blog como fuera de él, me vino hace unos días una pregunta. No es que lo pensase, sino que surgió y se apoderó de mi atención sin más, y es: ¿qué hace que personas inteligentes, cultas, serias en sus reflexiones, con un peso importante en la cultura y muy respetados, lleguen a conclusiones diferentes, cuando no contrapuestas, en temas importantes?

¿Será la experiencia que, buena o mala, hace que uno se incline hacia determinadas respuestas antes que hacia otras?

¿Será que solo encontramos aquello que buscamos, porque de alguna forma ya lo llevamos dentro?

¿Será la costumbre de no querer cambiar las ideas, que con tanto esfuerzo hemos cultivado a lo largo de nuestra vida?

¿Será el orgullo de querer tener razón antes que de encontrar una verdad de manera sincera?

Si la respuesta a mi pregunta es una de estas… andamos mal, pues todas ellas tienen condicionantes demasiado pesados, y lo digo más allá del método que utilicen para hallar sus certezas, sean lógicos, de sentido común, o intuitivo, pues aun utilizando métodos similares se llega a diferentes conclusiones.

Descartes inició sus ideas filosóficas desde una trinchera y como reacción contra unas creencias, las que provocaron en Europa la guerra de religiones. Nietzsche comenzó a tener certezas tras caer enfermo, empezar a cuidar su salud y estudiar a Epicuro. Unamuno parte de la enorme desazón que le provoca no encontrarle sentido a la vida, y es solo desde ese “sentimiento trágico” que expone su criterio de la verdad, la vida. Cada cual tiene su intención, su impulso.

En mi vida me he encontrado con personas que, con tal de no dar su brazo a torcer, han mentido como bellacos, cambiando la realidad de los hechos para llevarse ellos el “gato al agua”, o rebatiéndote sin tener ni idea del tema, solo para que todos vean lo maravilloso que es uno. Está claro que el que no tiene la intención de buscar la verdad, ni siquiera en las cosas cotidianas, mucho más difícil le será encontrarla en los grandes temas, sean estos científicos, filosóficos o políticos.

Creo que esa es la clave de mi primera pregunta. Más allá de los discursos, las investigaciones y las palabras, subyace la “intención”, verdadera esencia de lo que en realidad somos. Hay que cambiar la frase que dice: “Dime con quién andas y te diré quién eres” por esta otra: “Háblame de tus intenciones y te diré quién eres”.

Al final resultará ser que el hombre es eso, una intención adornada de razones que justifican cuanto hace y siente.

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