De la misma madera

La cuestión es que, a veces, no comprendo a las personas. Las considero injustas, me llegan a caer mal o noto que no empatizan del todo conmigo. Afortunadamente, esto solo ocurre con un porcentaje escaso de aquellas que conozco y, sin embargo, son las que más me duelen. Ya sé que no puede uno llevarse bien con todo el mundo, pero…

He pasado horas enteras analizando las conductas sociales desde dentro y fuera de los grupos (y las mías propias en estos contextos), como si fuesen una madeja anudada que sabes se puede desentramar. Si uno llega a conocer y comprender las relaciones humanas, conseguirá hacer estupendos jerseys con ellas, confortables, entrañables.

Mis mayores dudas eran, por ejemplo, ¿por qué alguien que te es empático de repente deja de serlo? ¿Es posible que vuelva a serlo? ¿Cómo puedes aproximarte a personas que parecen muy importantes o muy solas?

Todos los comportamientos tienen un motivo. Ese es el quid del tema: llegar a descubrir la verdadera razón de los momentos indeseados entre las personas, ya que, normalmente, ocurre algo más de lo que se menciona (no demasiado rebuscado, solo un poco más interno, que cuesta tanto localizar como contar). Pero, ya es algo saber que siempre hay un porqué. Eso nos da la posibilidad de solucionarlo o eliminar esa causa, en caso de que lo deseemos.

Aproximadamente, todos reaccionamos de modo muy similar ante los estímulos que afectan a las relaciones personales. Los dos factores fundamentales que las desarrollan son: creer que estás tratando con una “buena persona” (alguien que no te hará daño, potencialmente al menos) y notar que importas a aquel con quien te relacionas. No mantendrías una amistad con alguien a quien importas pero es un mal bicho, ni con un santo al que no le importas un carajo.

A partir de ahí, y partiendo de que, prácticamente todos somos “buenas personas”, ya solo queda manejar bien tu grado de atención hacia los demás, para que noten que te importan en el grado correcto. Se trata de ser humildes con los que nos vamos encontrando, de ser francos, de tratarlos desde nuestro fondo (pues cuanto más interno, mejor es nuestro ser, y más confianza transmitimos), de comprender que a veces hay desencuentros, desgranarlos con la sensatez y la buena gana y seguir caminando juntos.

Si alguien, de repente, te cae mal y antes no era así, piensa por qué, qué cosas han cambiado, qué conducta concreta te molesta. Y una vez localizada, díselo. Lo más posible es que no tuviera ni idea de que eso es así. Cambiará. Y si no lo hace, o él también tiene algo tuyo que le duele y no lo sabe expresar, o tiene problemas propios que nada tienen que ver contigo. Todo el mundo tiene su propia vida dando por saco de vez en cuando. En cualquier caso, te queda la opción de respetarle, que no genera dolor de estómago.

Si alguien parece lejano, demasiado grande, o solo, y quieres acercarte a él, la solución es mostrarte exactamente como eres, con sencillez y proximidad.

En definitiva, todos estamos hechos de lo mismo, necesitamos personas cerca que nos entiendan, que compartan nuestros ratos importantes y las preocupaciones que, contadas, son menos. Las peores caras se suelen arreglar prestando un poco más de atención al que las pone o mostrando tu buena disposición hacia él.

Comprendiendo que todos, sin excepción, en ocasiones nos sentimos solos, otras enfadados, otras orgullosos y con el ego alto y otras mete-patas, manejando el grado de atención hacia los demás y la claridad de expresión de lo que nos ocurre (para decir tanto las cosas que gustan como las que molestan), entendiendo la conducta ajena…, será mucho más sencillo que nuestro entorno sea tranquilo y agradable; lleno de sonrisas en las miradas.

Si quieres llegar a ser un sabio, sé humilde
Si ya has llegado a ser un sabio, sé aún más humilde.

La voz de silencio, HPB.

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