Nueva Acrópolis, 50 años

Hace cincuenta años –o tal vez muchos más, siguiendo huellas precisas en la historia de la humanidad–, un joven decidió pasar de los sueños a la acción. Y con esa decisión puso en movimiento una rueda a la que muchos nos hemos sumado, felices de encontrar un rumbo, una manera segura y feliz de caminar por la existencia.

El joven se llamaba Jorge Ángel Livraga.

Había hecho sus experiencias, como muchos estudiantes, en un par de facultades universitarias y a pesar de su amor por la medicina y por la filosofía, sentía una gran insatisfacción ante la falta de oportunidades de convertir en realidad las muchas cosas que se aprenden… y se olvidan.

Buscó por muchos caminos y preguntó llamando a muchas puertas. Pero el destino quiso que un par de cartas llegadas del lejano Oriente le abrieran una posibilidad no entrevista hasta entonces: él mismo podría hacer lo que no encontraba, podría construir lo que le faltaba tanto a él como a muchos jóvenes ansiosos de darle un sentido a la vida.

El modelo de las antiguas escuelas de filosofía le sirvió como punto de partida. Grecia, Roma, India y el misterioso Egipto, así como las civilizaciones descollantes de la América precolombina le pusieron en la senda de una formación de la personalidad paralela al estudio. Le ayudaron a conjugar la mente, el sentimiento y la acción.

 

Así nació Nueva Acrópolis. Nueva y vieja a la vez. Vieja por sus raíces históricas, y nueva por el impulso actual y las necesidades del presente. Acrópolis –ciudad alta–, porque en todo momento hace falta elevar “ciudades altas”, montañas de sabiduría permanente, puntos de apoyo en los que encontrar la respuesta a tantas preguntas que exigen respuestas. Una ciudad alta que acerque a los seres humanos a sus otras raíces, las que están en lo alto, en sus más finas intuiciones y aspiraciones morales, una cumbre sólida donde encontrar valores estables para resistir las adversidades propias y las que nos duelen a todos como sociedad, como humanidad.

Nueva Acrópolis es más que una Escuela de Filosofía. Es una Escuela de Vida, ya que todos necesitamos estas lecciones que casi nadie imparte. Todos aprendemos muchas técnicas, muchas ciencias, muchas fórmulas de trabajo y rendimiento, pero todos nos sentimos huérfanos ante las dificultades que la vida nos plantea día a día.

  • Cuando la filosofía nos ayuda a conocernos mejor a nosotros mismos, nos da una clave preciosa para conocer y comprender a los demás.
  • Cuando la filosofía nos ayuda a conocer a los demás, nos da una clave de convivencia y generosidad que tanta falta hacen en estos duros momentos de nuestros pueblos.
  • Cuando la filosofía nos devuelve el sentido de la vida, comprendemos que los acontecimientos son como eslabones que conforman una cadena inteligente, aunque algunos de estos eslabones puedan parecer dolorosos grilletes al principio.
  • Cuando la filosofía nos enseña a pensar, sabemos que en cualquier circunstancia se puede encontrar alguna solución, y que cada solución es una experiencia válida que nos enriquece para siempre. Del pensar correcto surge un sentimiento profundo y duradero, y de ese sentimiento nacen acciones válidas y útiles para la humanidad en conjunto.

La filosofía vale la pena vivirse y ya son miles los que, en más de cincuenta países del mundo, han probado y comprobado lo que ella aporta, a través de clases, cursos y muy variadas actividades al alcance de todos. Hay sueños que se esfuman al abrir los ojos al despertar.

Hay sueños que nos hacen despertar. Nueva Acrópolis es un sueño para vivir con los ojos bien abiertos, con el ánimo feliz y dispuesto a nuevas conquistas interiores.

Este es el sueño hecho realidad que nos legó Jorge Ángel Livraga; es la realidad que hoy cumple cincuenta años. Una realidad abierta para unir voluntades y corazones, para seguir trazando senderos en los próximos cincuenta años –o quizás muchos más–, tantos como los que inspiraron esta Escuela de Filosofía para vivir.

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