Dos hogares y un corazón «partío»

Solemos pensar, o eso me parece, que aquellos que vienen a nuestro país en busca de un mejor futuro, son personas que rompen sus lazos con su anterior vida en el país que los vio nacer, o al menos, que lo hacen en una gran medida, pero nada más lejos de la verdad.

Olvidamos que sus raíces suelen ser profundas, muy fuertes, y es lo natural; por lo tanto, son gente que inevitablemente tiene el corazón “partío” (permítaseme adjetivar de esta guisa). Un trozo lo tienen en su tierra natal, y sigue vivo en los recuerdos, en la complicidad con los paisanos que también están aquí, en las llamadas internacionales desde esos locutorios que crecen como setas, en las horas que pasan “chateando” con los que allí quedaron, en los objetos típicos traídos a escondidas, ya sean masticables, bebibles espiritosos o cualquier cosa cargada de amor patrio.

Su otra mitad, que a veces es un tercio, permanece aquí, en España, en esta variopinta piel de toro no bien avenida del todo (y disculpen por la rima fácil), con su nueva casa, o pisito, o cuarto, o cuartucho… También el nuevo barrio alimenta esa parte de corazón, y el trabajo que encuentran, y las amistades que hacen con nosotros, los de aquí.

Así pues, estamos ante personas con dos hogares, y todo lo que eso significa de nostalgia, esperanza, recuerdos, miradas vidriosas… Y puede ser que, por la puerta de ese músculo enternecido, absorbido por una de tantas sístoles, te veas invitado a su mundo, a su casa, a tomar algo propio de su país. Y si eso sucede, no nos extrañemos de que en medio de tan exótico ágape, te muestren un enorme calendario con la foto de una hermosa ciudad costera, y te señalen con orgullo y alegría el lugar donde viven… ¡al otro lado del Atlántico!

Y es que este, el de aquí, solo es su segundo hogar, pero en realidad viven allí, es así, soy testigo emocionado. Y tanto es así que entre ellos se buscan, y se ayudan, y hacen patria lejos de su patria. Ese primer amor terruño impide que sea de otra manera, ni buscan que sea de otra, ni maldita la falta que les hace.

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