«Música»

Escucho frecuentemente, sobre todo en mis viajes en coche, la emisora de radio RNE 3, también llamada “radio clásica”. En muchas ocasiones disfruto con excelentes conciertos, por lo general emitidos en directo, de músicas clásicas de toda época.

Pero… a veces también se me presenta de sopetón la llamada “música clásica contemporánea”, que puede que sea contemporánea, pero música, y además clásica… bueno, sería motivo de un amplio análisis.

La escucho también, solo durante un rato, claro (no soy de piedra, ni estoy sordo), para comprobar hasta dónde puede llegar la estupidez humana, la que, según Einstein era más infinita que la infinitud del universo.

Pero lo que mejor tiene esta música para mí es la excelente elección de sus títulos. Casi en todas las ocasiones su ingeniosidad supera con mucho la “música” que anuncia.

El otro día, viniendo del Campito, tuve la oportunidad de escuchar un “concierto” o quizá una “sinfonía”, ya que no logré encontrar su forma musical. Su título: “Spira”. Este título, según dijo el comentarista y como el mismo “compositor” explicó, tenía el significado de “espiral”. De repente me imaginé la música que seguiría. Y no me equivoqué. Cortos, sonoros y repetitivos pasajes, cada uno de ellos muy parecido al anterior, y al siguiente, en los que la orquesta, en tutti y a tutta forza producía sonidos en escala ascendentes a gran velocidad. Así durante un buen rato. Parecía como si un tornado viajara sobre mi coche.

En realidad es bueno que el “compositor” explique un poco lo que pretende con su música, ya que de otra forma nadie comprendería nada de ella. Pero sería mucho mejor que si el “músico” quisiera transmitir algo a alguien escribiera un libro, por ejemplo. Al menos los libros no hacen ruido.

A continuación de las espirales vino una pequeña muestra de otro trabajo musical contemporáneo, con un título excelente: “Islas resonantes”

Era un pequeño episodio de la obra, y consistía en la grabación de un conjunto de sonidos, voces fundamentalmente, de una calle muy concurrida de una ciudad. Escuché durante varios minutos, y cambié la emisora. Pensé:

–Esto es lo que escucho siempre que camino cualquier día por las calles de Cádiz. Tampoco se tendría que haber molestado este señor en grabar esto… lo tengo siempre a la mano. Además, lo podría haber grabado yo mismo…

En esto de los nombres, Beethoven, por poner solo un ejemplo de auténtico músico, no tenía preocupación alguna por los títulos de sus obras, porque no los necesitaban, ya que de por sí tenían el contenido suficiente. Así, su sinfonía 9.ª es simplemente conocida por su número dentro de sus sinfonías escritas, su tonalidad y el número que hace dentro del total de sus obras. De esta manera, se la conoce por Sinfonía 9 en Re menor Opus 125. Sin más. Y sin menos…

Pero quizás, lo mejor de todo son los comentarios de los críticos musicales. Es mucho mejor que lo de los políticos. Son capaces de rellenar media página de un diario sin decir absolutamente nada que sea mínimamente comprensible.

“La textura rítmica que valientemente propone, los planos sonoros, llenos de resonancias tímbricas, las etéreas atonalidades, sutiles, cósmicas y espaciales, dan un clara idea de la intención del autor, del que nunca antes habíamos conocido tan generosa expresividad y tan osada carencia de cánones estéticos”. Por ejemplo. Y eso que no lo he copiado de ningún diario, lo acabo de escribir yo mismo. Es fácil: se toman diez o veinte palabras y se mezclan adecuadamente. Y ya está.

Así de sencillo. Así de estúpido.

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