Hace tiempo participé en un foro de literatura dejando algunas palabras sobre Hölderlin (el poeta alemán), y como el tema me gustó, dejé mi correo como firma. De eso hará casi un año. Pues bien, hoy me ha escrito alguien que leyó mi texto. Me pregunta dónde puede encontrar el libro Hiperión de este mismo autor; yo le remití a www.librodot.com pero al parecer no tienen a Hölderlin en su base de datos. Le contesté que si no lo encuentra me lo diga e intentaré ayudarlo, todo sea por divulgar la poesía, algo que en mi opinión Occidente tanto necesita.
El caso es que me fui directo a mi biblioteca personal, busqué entre los libros de Hölderlin, cogí su Hiperión, lo abrí al azar y allí estaban, aquellos párrafos que en su día subrayé, y las tres palabras que escribí en el margen para que no quedara lugar a dudas: “A mi muerte”. Es decir, deseo que algunas palabras de este malogrado poeta coronen mi tumba o mi urna, para que así aquellos que lo lean se marchen con una sonrisa en los labios.
Extraigo algunas de aquellas frases para los lectores de este blog:
¡Oh, acoged de nuevo en la familia de los dioses a los hombres que eternamente buscan, a los prófugos! ¡Acogedlos en la patria de la naturaleza, de la que han huido!
Los que solo sirven a la necesidad y desprecian el genio, los que no te respetan, ¡vida simple de la naturaleza!, son quienes deben temer a la muerte.
¡Pero yo no! Yo he sentido la vida de la naturaleza, que es más alta que todo pensamiento.
Existiré. ¿Cómo podría extraviarme de la esfera de la vida donde el amor eterno, que es común a todos, mantiene unidas todas las naturalezas?
Solo nos separamos para estar unidos más íntimamente, más divinamente en paz con todo, con nosotros. Morimos para vivir.
Las naturalezas viven unas con otras como amantes, todo lo tienen en común, espíritu, alegría y eterna juventud.
Ahora deja que me calle. Decir más sería excesivo. Sin duda, volveremos a encontrarnos…