Conocer a los filósofos

CONOCER A LOS FILOSOFOS

Como nuestros amigos internautas saben, desde nuestras páginas promovemos la difusión del conocimiento de quienes dejaron una huella en la historia por su intensa búsqueda de la verdad y abrieron nuevos caminos para los que, como ellos, sintieron la llamada de la filosofía.

Si resulta interesante reseñar esas obras tantas veces comentadas y analizadas, el pensamiento de esas grandes almas, tratando de clarificar el sentido de las cosas, no menos iluminador resulta conocer sus peripecias vitales, pues en las biografías suelen gestarse los orígenes de las preguntas que dieron luego cauce a las respuestas que cada pensador ofrece para los caminantes que le sigan.

Descubrimos, de manera concreta y palpitante, hasta qué punto la filosofía es inseparable de la vida, a la que viene a dar sentido y orientación, lo cual nos ayuda a sentirnos cercanos y establecer con algunos de estos filósofos un lazo casi íntimo de admiración y respeto. Los vemos comprometerse con su tiempo y las inquietudes y preocupaciones de sus contemporáneos, luchar por defender la libertad de pensamiento tantas veces conculcada, sufrir las represalias con que el poder trata de silenciar a los que se atreven a pensar por sí mismos.

Nada más ajeno a la realidad de las vidas de los filósofos que admiramos que esa imagen desarraigada de intelectual teorético y aislado en su torre de cristal, elucubrando a espaldas de sus conciudadanos. Se esforzaron por mejorar el mundo en que vivieron, no tuvieron miedo a equivocarse, ni que los demás interpretaran mal sus palabras. Y nos dejaron un ejemplo vigoroso, respaldando sus obras. Todos aportaron algo útil para la historia del pensamiento, todos nos enseñaron algo. A nosotros nos toca reconocer en ellos a quienes se encuentran más cerca de nuestras intuiciones, y sentir que quizá pertenezcamos a una misma familia espiritual.

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María Zambrano, la filósofa del alma

El reciente reconocimiento de Hipatia, una de las más grandes filósofas de la historia, me ha traído el recuerdo de nuestra querida María Zambrano, sin duda la más grande filósofa española. Porque también estuvo a punto, por un exceso de celo fanático de sus adversarios, de perder la vida. Pero afortunadamente su afán de vivir le hizo evitar el peligro y así alcanzar su época de madurez durante el exilio lejos de España.

Si filosofía es amor al conocimiento, ¿por qué siempre hemos interpretado que ese conocimiento ha de ser racional, fruto de nuestra mente lógica? Zambrano es un vivo ejemplo de esa otra filosofía, como amor al conocimiento, más que a la razón. Aunque ya he escrito en otras ocasiones sobre la personalidad de María Zambrano, sobre su pensamiento, ahora quería escribir más con el sentimiento que con la razón. Primero transcribiré algo de lo que María Zambrano escribió la razón, hablando de Séneca (“El pensamiento vivo de Séneca”, Madrid-1963). En una próxima ocasión escribiré sobre filosofía, sentimiento y razón.
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Y Epiménides durmió…

Según cuenta la leyenda, el filósofo y poeta griego del siglo VI a.C. Epiménides de Cnossos permaneció dormido durante cincuenta y siete años en una cueva cretense, bendecida por Zeus, para luego despertar dotado con la virtud de poder profetizar lo que iba a ocurrir.

Plutarco nos deja más tranquilos: sólo fueron cincuenta, no cincuenta y siete los años en que permaneció dormido. También nos dice que Epiménides purificó Atenas luego de la contaminación traída por los Alcmeónidas, y su maestría en sacrificios, así como sus cambios en las prácticas fúnebres, fueron de gran ayuda a Solón en su reforma del Estado ateniense.

Epiménides nos dejó una paradoja que no lo es. Seguro que todos la hemos oído y hemos pensado en su aparente contradicción. Dice así:

“Todos los cretenses son unos mentirosos”. Sabiendo que él mismo era cretense, ¿decía Epiménides la verdad?

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Teón de Esmirna, matemático platónico

De nuevo aparece en esta sección otro filósofo matemático. Lo que me llamó la atención de Teón, aparte de haber nacido en Esmirna, un hermoso lugar de la costa jónica de la actual Turquía, fue su propósito de hacer que los filósofos aprendieran matemáticas… Comparto con él esta ilusión, y de hecho estaba empezando por la geometría, aquella cuyo conocimiento era imprescindible para entrar en la Academia de Platón.

Poco se sabe de la vida de Teón de Esmirna. Se cree que nació alrededor del año 70 d.C. y murió aproximadamente en el 135 d.C., pues realizó observaciones astronómicas de Mercurio y Venus entre los años 127 y 132, según atestiguó Ptolomeo.

Su obra mas importante fue «Expositio rerum mathematicarum ad legendum Platonem utilium». Se trata de un libro dirigido al entendimiento de los diálogos de Platón. Su característica principal es la gran cantidad de bibliografía citada, pues, al igual que Hipias, sus conocimientos son también de tipo enciclopédico. Uno de los autores en los que se basa Teón fue el célebre matemático Eratóstenes, que también había escrito una obra con finalidad similar, llamada «Platónicus» pero que se ha perdido.

A pesar del título, el Diccionario de Biografías Científicas de G L Huxley dice que es de poca utilidad para el estudio de la filosofía, sirviendo sin embargo para ilustrar cómo la aritmética, la geometría, la música y la astronomía están interrelacionadas. Y digo yo, ¿no es esto más que suficiente para un filósofo?

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Hipias de Elis, una enciclopedia andante

Hipias de Elis, o Hipias de Élide, fue uno de los cuatro grandes sofistas, junto a Protágoras, Gorgias y Pródico. Nació en Elis, actual Élide, en la parte occidental griega, hacia el año 400 a. C. y fue contemporáneo de Protágoras. Apenas se conocen datos sobre su vida, y de sus escritos sólo quedan los títulos de los mismos. Sin embargo, ha pasado a la historia como un personaje interesado por todos los ámbitos del conocimiento: poesía, gramática, arqueología, arquitectura, astronomía, cálculo, filología, música, matemática, retórica, rítmica, armonía, historia, literatura, mitología, etc. Hipias también propuso una forma de conocimiento enciclopédico y enseñó el arte de la memoria, la mnemotécnica. Una vez se presentó en una Olimpiada orgulloso de haberse confeccionado él mismo todo el atuendo. Su lista de los vencedores olímpicos fue la base del sistema, que adoptaron después los griegos, de fecharlo todo por referencia a las Olimpiadas.

Recientemente encontré su nombre en un libro sobre matemáticas, en el que se le mencionaba como uno de los matemáticos que estudió y resolvió la trisección del ángulo. Y aquí un breve paréntesis matemático para los aficionados a esta ciencia.

Hay tres problemas principales que preocuparon a los matemáticos griegos y que no pudieron resolver geométricamente, sólo con la ayuda de una regla y un compás. Se trata de la duplicación del cubo, de la trisección de un ángulo (ambos problemas están relacionados con la obtención de la raíz cúbica de un número entero con métodos geométricos) y la cuadratura del círculo, relacionado con la trascendencia del número pi (pi no puede ser obtenido algebraicamente con ningún polinomio). Pues bien, Hipias resolvió este problema con una curva anexa que recibe el nombre de “curva de Hipias”, que es una cuadratiz que permite realizar la trisección del triángulo y que posteriormente Dinóstrato utilizó también para hallar la cuadratura del círculo.

Lector, si aún me sigues leyendo, sabrás también que Hipias es el único personaje al que Platón dedicó dos de sus célebres diálogos. En ambos Sócrates se muestra muy severo con Hipias y el diálogo entre ambos se vuelve un tanto agrio, con continuos reproches socráticos. Pudiera parecer que Sócrates tuviera envidia o celos por este afamado “sabio”, el único que le podía hacer sombra. Los conocimientos de Hipias sobre geometría podrían dejar a Platón perplejo (recordemos que en la entrada a la Academia de Platón había una inscripción con la leyenda “No entre aquí nadie que no sepa geometría”).

Sin embargo, lo que seguramente más desagradaba a Platón es que tantos conocimientos estuvieran en posesión de alguien tan vanidoso, que defendía el relativismo moral, incapaz de establecer principios y con inclinación a saber de todo antes que a conocer algo en profundidad.

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Bías de Priene, un hombre bueno

Si bien en esta minisección de historias de filósofos, hasta ahora siempre he hablado de personajes controvertidos, en esta ocasión me toca hablar de, como diría el poeta, un hombre “en el buen sentido de la palabra, bueno”.

Reconozco que no puedo ser neutral pues, para empezar, su lugar de nacimiento es un sitio que me fascina. Priene, Mileto, Pérgamo, Éfeso, Afrodisias, son para mí unos lugares maravillosos de la costa jonia, de los que guardo tan buen recuerdo, y que recomiendo visitar a todos los enamorados de la historia de la Antigua Grecia.

Bías fue considerado uno de los siete sabios de Grecia, que vivió a mediados del siglo VI a. de C. Se puede decir que fue muy bien considerado en su época, y de él hay recopilados muchos apotegmas, o breves y agraciadas sentencias morales. El ejemplo que más se cita corresponde al momento en el que los habitantes de Priene se vieron obligados a evacuar la ciudad, que había caído en poder de los persas. Entonces, al preguntar a Bías por qué no llevaba consigo sus bienes, él pronunció estas palabras: “Todo lo que me pertenece lo llevo conmigo”, dando a entender con ello que los bienes más preciados para él eran su sabiduría y el tesoro de sus pensamientos.

Sus conciudadanos le consultaban con frecuencia acerca de asuntos litigiosos y siempre se negó a emplear su talento en provecho de la injusticia. Decía preferir juzgar entre enemigos que entre amigos, porque en el primer caso estaba seguro de ganar a uno de aquellos, mientras que en el segundo perdía a uno de estos.

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Pico della Mirandola y la dignidad humana

Giovanni Pico, nacido en Mirandola, cerca de Ferrara en 1463, fue uno de los filósofos más importantes del Renacimiento europeo y lo que hoy llamaríamos un niño prodigio. A los catorce años, mientras estudiaba en la Universidad de Bolonia publicó su primer libro. Luego, con objeto de leer los más importantes libros del conocimiento tradicional (Biblia, Corán, Cábala, Platón, etc.), aprendió, además de latín, griego, árabe, hebreo y caldeo. Su formación filosófica se completó con retórica y lógica matemáticas.

Su obra clave, escrita a los veinticuatro años, fueron las “Conclusiones philosophicae, cabalisticae et theologicae”, también conocidas como “Las 900 tesis”, o proposiciones recogidas de las más diferentes fuentes culturales, tanto de filósofos y teólogos latinos como árabes, hebreos, caldeos, pitagóricos, platónicos, aristotélicos, e incluso esotéricos, como Hermes Trimegisto.

Tras ser perseguido, condenado por herejía y absuelto se retiró a Florencia, donde murió joven, a los treinta y un años, en circunstancias misteriosas, cuando entraba Carlos VIII de Francia reivindicando su derecho a la corona de Nápoles.

Pico es uno de los más importantes defensores del sincretismo y del estudio comparativo de distintas tradiciones culturales. Se propuso llegar a un acuerdo entre las distintas religiones para llegar a una “paz filosófica”.

Las mencionadas 900 tesis iban precedidas de una introducción, conocida como “Discurso sobre la dignidad del hombre”, en donde se defiende el derecho a la discrepancia, el respeto a las creencias de los demás y el ideal de enriquecimiento de la vida a partir de los diferentes puntos de vista.

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Pirrón, el escéptico

Pirrón tampoco ha sido uno de los filósofos más «populares» de la historia. Pero el escepticismo, la doctrina que él propugnó, ha observado un reciente auge, sobre todo en aquellos que empiezan criticando cualquier «saber» no científico y terminan por no aceptar nada que no pueda ser comprobado por la ciencia que ellos defienden. De esto ya hemos hablado en otra ocasión con dispar suerte.

Curiosamente, el escepticismo que propugnó Pirrón no es el que ahora se toma por tal…, pero primero vamos a ver quién fue este personaje.

Pirrón (360-270 a.C.) nació en Elis, al sur de la península del Peloponeso, al igual que el célebre sofista Hippias, contemporáneo de Sócrates, a quien Platón dedicó dos de sus diálogos y que se jactaba de saber de todo y de proporcionar a sus alumnos herramientas dialécticas para ganar cualquier discusión. Curiosamente, Pirrón tomaría una actitud radicalmente distinta.

Acompañó a Alejandro el Grande en sus conquistas en Oriente. Se dice que estudió con los gimnosofistas en la India y los magos en Persia. A su regreso adoptó una vida de soledad, viviendo en la pobreza, siendo honrado por sus conciudadanos de Elis, e incluso por los atenienses, que le concedieron la ciudadanía.

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Hipatia de Alejandría

Muy pocas son las mujeres de la Antigüedad que han pasado a la historia de la filosofía. Y buena parte de ellas han sido más conocidas gracias a su parentesco con algún personaje famoso, seguramente porque la Historia también ha sido escrita por hombres. Aparecen en los libros Aspasia, esposa de Pericles, Teano, esposa de Pitágoras, o Hipatia, hija de Teón de Alejandría. Caso aparte es el de Diotima de Mantinea, maestra de Sócrates, y que seguramente merece otro blog aparte. Porque hoy se lo dedicamos a Hipatia, filósofa y mártir romana. Por si alguno aún no lo sabía, también hubo «mártires romanos» que no fueron cristianos, sino víctimas de ellos…

Hipatia nació en Alejandría, en el año 370 de nuestra era y murió en esa misma ciudad en el 415. Su padre, Teón, era también filósofo y matemático, trabajando en la celebérrima Biblioteca de Alejandría.

Hipatia aprendió de su padre, destacando en los campos de las matemáticas, geometría, astronomía, lógica, filosofía y mecánica. De hecho, era la encargada de explicar las doctrinas de Platón, Aristóteles, etc., en la Biblioteca de Alejandría, por lo que sus compañeros la llamaban «la filósofa». Escribió al menos 44 libros e inventó aparatos como el idómetro, el destilador de agua y el planisferio. Ganó tal renombre que al Museo asistían estudiantes de Europa, Asia y África a escuchar sus enseñanzas sobre «la Aritmética de Diofanto» y su casa se convirtió en un gran centro intelectual.

Sin embargo, en un momento de auge y crecimiento del cristianismo, ella no quiso abandonar la filosofía neoplatónica y por envidias, incomprensión e intolerancia fue martirizada y asesinada cruelmente por monjes seguidores de San (?) Cirilo de Jerusalén.

Con la muerte de Hipatia se terminó también la enseñanza del pensamiento de Platón, no solo en Alejandría, sino en el resto del Imperio romano.

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Epicuro, un filósofo maldito

Muchos de los grandes filósofos de la historia son calificados como ateos (en esta sección ya hemos visto alguno) porque en ocasiones la filosofía, ejercicio primordial del hombre por buscar sentido al aquí y ahora, evita tratar de entes que se nos escapan de nuestro entendimiento. Así ocurrió también con Epicuro y con Confucio, a quien próximamente dedicaremos otro comentario.

Si los filósofos que evitan hablar de Dios son ateos, los que enseñan a evitar el miedo a la muerte o al futuro son “malditos”. En cuanto a los dioses, para Epicuro no pueden llegar hasta nosotros y por tanto ni los temores ni las plegarias tienen utilidad alguna. Su argumento acerca de la muerte es contundente: “no hay motivo para temer a la muerte, porque mientras vivimos no está presente y cuando está presente nosotros ya no estamos”. En cuanto al futuro y el destino, a la manera de como decían los estoicos, algunas cosas nos llegan por azar y otras por obra nuestra, y son estas últimas las que debemos atender; por lo tanto, ni debemos desesperarnos ni abandonarnos a la suerte.

A pesar de las críticas contra él vertidas, y de la mala fama posterior, Epicuro era un ser de conducta intachable, frugal en sus costumbres, y de carácter afable y paciente. Propuso una sabiduría de vida caracterizada por el optimismo y la admiración ante la existencia del mundo y del hombre.

Según los comentaristas actuales, la ética de Epicuro tiene un aspecto positivo, la búsqueda del placer, y otro negativo, la ataraxia o cesación de las inquietudes que traban el logro del placer. El dolor y el mal son fáciles de evitar, porque los sufrimientos no duran mucho tiempo; cuanto más agudos, menos tiempo permanecen. El placer y el bien son fáciles de conseguir, y donde hay placer no hay pesar ni sufrimiento.

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