Con el permiso de Cyrano, quiero escribir hoy «contracorriente». Y como él ha escrito de fútbol, a pesar de decir por dos veces que no lo quería hacer, yo voy a escribir de la alegría de los distintos aficionados.
El tema surgió a raíz de la conversación con un amigo que había reservado con demasiada antelación vuelo y estancia en Alemania para ver el España-Brasil… para el caso en que España hubiera ganado a Francia y que no ocurrió. No aplazó el viaje, ni él ni otros 500 ó 1000 españoles. Y así me contó el comportamiento de los distintos aficionados.
Los brasileños organizaron antes del partido casi un desfile de carnaval con «garotas», tambores, silbatos, etc. Sin embargo, desaparecieron tras la derrota: ¡qué hubiera sido de la alegría canarinha si hubieran ganado!
Los franceses se limitaron a pasearse tras la victoria cantando monódicamente «Allez le bleu».
Pero los 500 españoles fueron la alegría de la noche coreando «campeones, campeones» (?) o alabando a otras estrellas deportivas españolas como Fernando Alonso o Rafa Nadal.
¿Quiere esto decir que la gente de cada país tiene un carácter distinto? ¿Que hay pueblos más alegres que otros? ¿Que a pesar del mentado conflicto entre las «nacionalidades» en España (Cataluña, País Vasco, Galicia, etc.) sigue habiendo un carácter común de todos los españoles?
Estas reflexiones nos conducen al cenagoso campo de la política, pero pienso que las naciones, los pueblos, las «patrias» se forjan por lo que pueden unir a los que las componen. Porque, como decía el escritor A. Saint Exupèry, es muy fácil buscar las diferencias entre los hombres, porque no hallaremos dos iguales, pero solo buscando lo que nos une es como nos haremos realmente hombres. Algún día traeré a este blog la cita completa.
Y si lo que nos une es la alegría, ¡bienvenida sea!