Varias personas muy allegadas están ahora en Indonesia en labores humanitarias. Un grupo extraordinario de gente que lleva mucho tiempo preparándose para estar en el lugar de una catástrofe, ser útiles y con capacidad de ayudar a los demás. Que son capaces de dejar la comodidad de este primer mundo que vive en la opulencia y la comodidad.
De la crónica que estamos publicando, me llamó la atención el último email que nos mandaron:
…pudimos apreciar rostros que guardaban el miedo en su expresión, dolor causado por la devastación, y tantas sensaciones de impotencia por una población que no cometió delito alguno y que está sufriendo la condena del abandono por parte de los gobiernos, del hambre, pues nadie les proporciona formación y ayuda para sobrevivir, y de la desesperanza, pues nadie les ofrece principios sólidos y duraderos por los que vivir y por los que luchar.
Esta última frase es la que me dio que pensar. ¡Cuántas veces pensamos que la ayuda humanitaria es tan solo proporcionar alimentos, reconstruir edificios, o incluso salvar vidas! En numerosas ocasiones los aprendices de filósofos hemos dicho que el hombre es algo más que un cuerpo físico, que de todas formas lo perderemos al final de nuestra vida. Pero sin embargo, nuestra alma inmortal es la que a menudo ignoramos y dejamos morir de inanición.
¿Cómo se alimenta nuestra alma de filósofos? Como nos dicen los voluntarios de GEA, con principios sólidos y duraderos por los que vivir y por los que luchar. Los principios de GEA son los de ayuda a la Naturaleza y ayuda al Hombre: ¿hay alguna mejor labor que hacer?