Mira que son como una plaga o más bien como la arcilla. Quiero decir, que uno se empeña en mirar la vida con ojos profundos y serenos, y ahí están las circunstancias para poner gravilla o césped en el suelo a nuestro paso.
Son incesantes los pequeños acontecimientos, cambios de planes, personas cómodas o incómodas que se van cruzando con nosotros o, más bien, que conforman la materia con la cual se engendra nuestra vida, momento a momento; arcilla, decía. Bien que el alfarero seamos nosotros, nuestro interior en sus múltiples facetas, bien que sus manos sean nuestro carácter, pero con lo que trabajamos es con las circunstancias, es nuestro caldo de cultivo.
Y habrá quien piense que nosotros somos la arcilla y las circunstancias son las manos que nos moldean; hasta hace no mucho yo misma pensaba así. Sin embargo, comprobé que quien deja que los hechos le den forma, al ser estos tan cambiantes, se encuentra a su merced. Mas si son las manos del carácter lo que pulimos, las de la consciencia, las de la inteligencia práctica (que para mí es la que va más allá de los razonamientos y usamos básicamente para ser más felices), si son ellas las que dirigen y deciden ante cada situación, podremos sacar de cada trozo de arcilla (o circunstancia) una bella pieza.
Ya se trate de los pequeños acontecimientos que nos ocurren como de los grandes, de los que apenas arañan como de los que marcan con ganas, todos ellos necesarios, me resulta importante que estos compañeros de camino o camino en sí, no me afecten demasiado, que lleguen a mí en la justa medida en la que pueda aprender algo de ellos, o en aquella en que puedan fortalecerme y hacerme disfrutar de lo que tengo “entre manos”. Lo que deseo recordar sobre la arcilla, circunstancia, persona o evento, es que puedo elegir entre enfadarme o comprender, entre gritar o explicar, exigir o merecer, estar o Ser, renegar o confiar, incluso ser sumiso o ser seguro, olvidarme o recordar quién soy, ser grosera o ser amable, en definitiva, dejarme caer o mover las alas.
No importa lo que haya ocurrido, de cómo yo me lo tome depende cómo me sienta y en consecuencia quién soy y cómo vivo. Todo hecho es tan bueno como malo, toda circunstancia es una oportunidad para entrenarme en estar un poco más cerca de aquel que quiero llegar a ser. No soy como he nacido, sino como me hago cada día. El hombre no es una estatua de sí mismo, sino su propio artesano, creo.