Si en un blog de filosofía cotidiana, como es este, debemos escribir sobre las cosas que nos pasan o las reflexiones que nos suscita la vida, debo reconocer que llevo varios días preocupado por todos los desencuentros que ha habido en el blog; por ello no quiero dejar pasar la oportunidad de poner mi granito de arena (con vocación de pedrusco) en esta playa de los encuentros, o al menos eso me gustaría que fuera.
Sobre todo lo que voy a decir a continuación, podría aportar bibliografía, pero no lo haré ya que lo explico a mi manera y con mis propias palabras. Podría decirse que la visión que tienen los hombres de la vida es monista o dualista, es decir: los hay que ven o creen en una sola realidad y otros prefieren pensar o han descubierto que en la vida se conjugan dos realidades.
Entre los primeros, los monistas, también se podría decir que son, a su vez, de dos tipos. Por un lado los que solo creen en la realidad material, en aquello que puede ser medido y comprobado empíricamente, los que siguen la lógica cartesiana y rechazan cualquier otra realidad no demostrable, según su epistemología (el método científico), por más que sean incapaces de explicar, de manera convincente, el misterio de la existencia (y por favor, no me hablen de la casualidad). Les guste o no este patrón rige nuestra sociedad occidental, la cual tiene sus cosas buenas (qué duda cabe) y también sus carencias, pues la visión materialista no puede explicar todas las inquietudes del alma humana.
Y de otra parte están, también monistas, los que creen o sienten que la única realidad es de raíz espiritual, que no hay más realidad que Dios y todo cuanto existe es Maya (diosa hindú de la ilusión), por lo que la vida es un valle de lágrimas del que hay que salvarse por medio de la fe y la moral, con lo cual rechazan el mundo material y su propio cuerpo psico-físico, reafirmándose como seres de origen celeste o hijos de Dios (casi nada). Aunque les duela escucharlo, esta visión lleva a desentenderse de la propia vida tal y como hace el hindú, y al negar su realidad animal esta se rebela, por lo que suelen dar bandazos entre la mortificación y los placeres materiales para volver a mortificarse nuevamente.
¿Qué puedo decir…? Pues sí, algo puedo decir, porque nos queda hablar del dualista, la tercera visión, el que ve y acepta ambas realidades como reales, y por lo tanto puede entender a unos y otros, el que percibe el esfuerzo de la materia por espiritualizarse, y ve también la voluntad de los mundos invisibles por materializarse. Véase que este esfuerzo, que esta danza de amor entre la materia y el espíritu es la semilla de toda obra de arte, de toda creación humana cultural, de la civilización nada más ni nada menos. Este dualismo, me parece a mí, es al que hace referencia el anterior blog, el que habla de armonía, la armonización de las partes en una unidad viva y creativa.
Si bien es una clasificación muy simple, y en todos hay un poco o un mucho de cada una de ellas, me atrevo a decir que este planteamiento puede ser una buena guía para entendernos los unos a los otros; solo hace falta un poco de buena voluntad, ya seamos monistas, dualistas o una curiosa combinación de ambas.