Hay un tema que siempre me… altera el equilibrio, y es la poca conciencia que tenemos de lo colectivo. Según leí no hace mucho en un libro muy recomendable: “En busca del universo invisible”, de Luis Martos Herbás, lo de la conciencia colectiva es algo de grados y que acontece de forma automática, es decir: el átomo tiene conciencia de la molécula en la que reside; la molécula, del órgano del que forma parte; los órganos, de un conjunto de órganos, y estos, de un cuerpo vivo. De no ser así no funcionaría nada, pero el libro va más allá y habla de la persona que tiene conciencia de vivir en familia, y la familia de convivir en una ciudad, y la ciudad en un país, etc., etc., hasta sentirse eso que suena tan bien y se practica tan poco de “ser ciudadano del mundo”.
Pues bien, según el mentado libro, los españoles somos de los que menos conciencia colectiva tenemos de toda Europa. Llos ejemplos saltan a la vista, tenemos la sensación de que todo lo que pertenece a lo colectivo en realidad no es de nadie; de ahí que el mobiliario urbano sufra destrozos, que los ruidos nocturnos se alarguen en la noche con total desdén por los que duermen, o que el dinero público se derroche porque, total, no es de nadie; incluso que la selección española de fútbol no tenga animadores en los mundiales, según los expertos porque la gente se siente más perteneciente a un club que a un colectivo más grande como sería la selección de un país.
Esa mentalidad aplicada a la ecología es lo que inspira esos anuncios publicitarios cuyo mensaje es claro. Si uno piensa que total por una botella no pasa nada y todo el mundo hace lo mismo (y en un alto porcentaje sí hace lo mismo), nos encontraremos con un paisaje convertido en basurero. ¿Qué es lo que falla? La conciencia de lo colectivo, el no sentir como propio lo que es de todos. Ahí dejo un tema de reflexión, a ver si entre todos hacemos crecer nuestro grado de conciencia.