Quedé con los peculiares lectores de este blog en arrojar un poco de luz sobre los tecnicismos de enciclopedia que hasta ahora habíamos utilizado para tratar a la filosofía. Nuestra conclusión última fue que el filósofo ama la sabiduría y busca la verdad para dar sentido a su vida, pero… se me ocurre: ¿alguien sabe qué es la vida?
Ya sé que dan ganas de salir corriendo ante una pregunta así, pero apuesta un minuto y al final decides si lo has perdido o lo has ganado.
Cuando se empieza en un trabajo nuevo, se comienza conociendo la silla, luego la mesa, las herramientas, el objetivo a conseguir, se van manejando poco a poco las piezas que componen la tarea hasta que se domina, y con el tiempo, hasta se nos ocurren modos de mejorar este campo para el que al comenzar éramos principiantes.
Si actuamos así para un trabajo, una casa, un lugar nuevo, ¿no suena coherente hacer lo mismo con nuestra propia vida? ¿No tendría sentido empezar por saber qué somos?
Pues de tarea queda para los próximos días. Que al menos traiga yo hoy al recuerdo de lo que ya sabías que eres capaz y responsable de cada uno de tus días, de su transparencia u opacidad, de su a sabiendas o de puntillas, de su me atrevo o me escondo.
Esto es, más o menos, lo que hace un filósofo, solo que él lo aplica también al universo, al tiempo, a la ciencia, a la moral, a la Naturaleza… y va obteniendo respuestas que suelen estar relacionadas unas con otras y le dan explicación a todo lo que Es.
Un filósofo intenta conocer para aprender y aprender para crecer. Crecer en sabiduría, en templanza, en fortaleza, en sensibilidad, en indulgencia y en entusiasmo y así conseguir que las circunstancias que nos marcan sean más maestros o compañeros que piedras en el camino de la VIDA.