¿Por qué buscamos respuestas, contamos lo que llevamos dentro, aprendemos a aprender y le buscamos sentido a la vida? ¿Por qué tenemos esa necesidad de transmitir, ya sea escribiendo, soñando con dar clases sobre lo realmente importante en la vida, o participando en terapias que ayudan al caído? ¿Por qué contamos y leemos en internet para encontrarnos con más gente que busca?
Al que vive no le basta vivir, al que muere no le basta morir, al que crece no le basta crecer, al que enseña, al que escribe, al que investiga, no le basta con ser. ¿Por qué?
Me contaron que por la angustia de la falta de respuesta, la angustia de vivir sin un sentido claro, como Unamuno. Me contaron que porque vamos hacia algo mucho mayor y que paso a paso, ampliando consciencia, conseguimos un mundo «global», «universal», “holístico», mejor, pero este no nos basta.
Me contaron que queremos rebasar el límite de nuestro propio físico caduco y el tiempo que nos prestan, entregando a otros lo que sabemos, bien en clases, escritos o gestos hacia los demás. Será el ego, será querer que a otros les sirva nuestro esfuerzo, quedar ahí de algún modo; no lo sé, pero ¿por qué ese afán?
A veces creo que si el hombre sufre es, precisamente, por querer trascender. Que mira demasiado arriba o demasiado lejos. Que es posible que un día comprendamos por qué ocurre lo que nos rodea, por qué nacimos, por qué vivimos, a qué es mejor dedicar nuestro tiempo, pero ese día no es hoy. Siento como si nos empeñásemos en mirar el otro borde del mar con estos ojos que a duras penas llegan a ver el horizonte. Es querer buscar aquello para lo que no estamos preparados. Ni nuestra mente es capaz de encontrar la verdad ni, posiblemente, de comprenderla.
A veces, siento más que nunca la evolución del ser y me veo como mirada desde lejos, desde dentro de muchos años, somos un minuto más en millones de años, y entonces comprendo que sólo hay que seguir andando, no cansados por el sinsentido, sino disfrutando el presente que toca, imprescindible para cualquier futuro.
A cada mil intentos obtenemos un logro: el fuego, la rueda, la ciencia… y algún día, el sentido de la vida. Pero no hoy, no nos empeñemos en darnos contra las piedras, como las insistentes, esa es la frustración, la provocamos nosotros al no asumir nuestra verdadera dimensión, nuestro exacto momento y capacidad.
Sin embargo, eso no significa que no sirvamos para nada, ni siquiera para nada útil. Simplemente, servimos para lo que servimos, hoy. Y al escribir, servimos para sentir, para comprender e intuir situaciones, para imaginarlas y para hacérselas llegar a otro. Y al dar clase, servimos para recordar, para recoger lo mejor de lo aprendido e intentar despertar cabecitas hacia un conocimiento útil, dulce y cierto, que llevará a otros. Y así al ayudar a otros, y así al cocinar, sí, ¿por qué no? Servimos para hacer platos excelentes mezclando condimentos, y para hacer medicinas y para transmitir sentimientos en las miradas. Somos capaces de construir inmensidades de ingeniería o mover gobiernos si nos ponemos brutos.
Lo cierto es que hemos descubierto el fuego, digamos, pero si aún no somos capaces de hacer ruedas… ni siquiera sabemos cómo son, ni tenemos la capacidad de saberlo, porque habrá pasos en medio que dar para llegar a ella… no nos frustremos voluntariamente.
Como decía, sólo hay que seguir andando, no cansados por el sinsentido, sino disfrutando el presente que toca, imprescindible para cualquier futuro.
A veces, casi siempre, yo paso a ser, tan solo, algo relativo, algo sin demasiada importancia relativa y sin embargo, algo necesario, algo con absoluta importancia relativa.