En varios blogs, ya antiguos, recuerdo haber leído cosas sobre el corazón como lugar donde reside el saber, lo que de verdad es el hombre, su esencia, y de ahí luego se ha hablado del camino del corazón, etc. Y como sé, por amargas experiencias, que las palabras no siempre tienen el mismo significado para todos, que a veces uno dice algo creyendo que todos lo entendieron y se queda tan pancho, que en nuestro mundo habitual y particular de ideas no siempre las nuevas son bien recibidas, y en fin, porque al hablar del corazón es lógico que lo relacionemos con lo romántico, confundiendo “el camino del corazón” con el sendero de los enamorados (que no es lo mismo aunque pueda tener relación), por eso, digo, es que me decido a hacer esta reflexión en voz alta sin saber muy bien a dónde me llevará.
Hablando hace varios días con un viejo amigo (que para mí tiene mucho de sabio), decía que si la materia es algo muy complejo, es normal imaginar que los mundos sutiles (supongamos que existen) son muchísimo más complicados y difíciles de entender y vivir. Pero que, sin embargo, hay personas que hablan de lo espiritual con mucha ligereza, como si lo llevaran metido en el bolsillo. Creo que por mucho que a las cosas les pongamos nombre y estudiemos su definición, no por ello las conocemos o vemos su realidad; de ahí la humildad con la que, creo, debemos siempre tratar estos temas, y de ahí también lo importante de reflexionar sobre todas las enseñanzas para hacerlas nuestras (o no), “traspasando” el nombre o la definición con que un día lo estudiamos.
Lo que yo entiendo por camino del corazón es: abrirse a los dictados de la conciencia y ser coherentes con ella más allá de dogmatismos, creencias o frases hechas. El que la cultura egipcia y otras la sitúen físicamente en el mismo lugar o cerca del corazón no cambia nada. No creo que se trate de dejarse llevar por los sentimientos hacia alguien o algo; pienso que el camino del corazón es otra cosa, es una actitud, una libertad, una confianza, una alegría, una apertura a la vida y a las personas y lo que nos ofrezcan, un saber escuchar y compartir con afán de aprender y crecer, aunque eso nos haga momentáneamente vulnerables o nos cause dolor, porque, en mi opinión, es precisamente esa “vulnerabilidad” la que nos traerá las mayores certezas.
Eso es lo que yo entiendo por “camino del corazón”.