Temo liberarme en exceso. ¿Por qué nos dará tanto miedo ser libres? ¿Qué encontraremos de bueno en las dependencias como para que nos tiente tanto la continuidad, la falta de cambio en las estructuras? ¿Quién es más valiente: el que arriesga y se aventura o el que se empeña y conserva?
Estas preguntas me las hacía hace tiempo y ahora me las hacen a mí. Tengo unas respuestas que no sé si son verdaderas, son las que he encontrado a día de hoy. Eso sí, a golpe de mucho tiempo comprobando, concienciando, buscando entender. Si aún no son las definitivas, mañana lo sabré.
Uno teme liberarse porque ahora no sabe lo que supondría. No da miedo ser libres, da miedo perder lo que tenemos por serlo. Las dependencias nos dan seguridad, pero mira, a veces, si uno está donde siempre es porque aún hay algo ahí. A veces, la libertad hacia la que uno tiende no es más que hacia la serenidad, no es más que a recuperar el equilibrio, que a recordar quién es. A partir de ahí, compañero, todo es libertad, da igual hacia donde andes; dentro de ti, eres libre.
Pero hay que luchar mucho con uno mismo y con lo que creemos nuestras barreras externas hasta que descubrimos que están un poco más dentro. Es más valiente el que se aventura a conservarse a sí mismo.
He visto cómo yo misma acabo llegando al sitio del que partí después de años transcurridos. Uno da vueltas sobre sí mismo, o va de un sitio a otro guiado por el instinto, por impulsos, intuiciones, necesidades, creencias, hipótesis. Es posible que cuando sabes por qué das cada paso, o la mayor parte de ellos, también descubras por qué llegaste hasta donde estás y que el lugar, persona, modo de vivir que elegiste, en realidad tienen mucho que ver contigo.
Bueno, eso es lo que he aprendido hasta hoy. Es una respuesta humilde, nada más. Igual mañana pienso lo contrario. Sinceramente, espero que no.