No estoy seguro de poder explicar de forma clara y concisa mi afición por las dualidades; es como una intuición, o un reto que me lleva a querer resolverlas. En esta ocasión podría haber puesto como título “humildad y autoestima”, en el sentido de que pueden ir de la mano, que son sumables y no contradictorios cuando se profundiza un poco en lo que expresan. Pero como no soy ajeno a la necesidad de los títulos llamativos, con gancho, y demás tretas periodísticas, he optado por presentar el tema como un enfrentamiento de dualidades, el orgullo contra la humildad, la prepotencia contra la falta de autoestima. Resolvamos el conflicto, intentémoslo al menos.
Veamos: si el orgullo es un exceso de autoestima, digámoslo así, tampoco creo que sea recomendable ir más allá de la humildad, pues un exceso de ella nos puede conducir a ser sumiso e indeciso, lo cual es un fuerte obstáculo para muchos logros personales por la falta de fe en uno mismo.
Y una vez más invocamos las sabias palabras del Buda: “el camino del medio, el camino del medio”. Siempre se impone la enseñanza del camino del medio como el idóneo, el que nos permite transitar la vida de la manera más plena posible, danzando en el difícil equilibrio de las dualidades, en “el filo de la navaja”.
Autoestima sí, orgullo prepotente no, humildad sí, ser timorato y sumiso no, claro que no.
Autoestima para atreverse a ser quien somos; humildad para no creer ser más de lo que nos corresponde. Autoestima y cierto orgullo para defender con pasión lo que creemos defendible y justo. Humildad para profundizar en todo lo que sabemos y abrir nuestra mente y corazón a nuevas enseñanzas y posibilidades.
Cuando el orgullo y la humildad van de la mano… ahí camina un sabio.