Leí un libro de un buen amigo, compañero incansable en la búsqueda de explicaciones acerca del hombre y del universo.
Cuando comencé a leerlo, me topé con el título de su primer capítulo, que era: “Un relojero en busca de su gnomon”.
Me quedé aturdido. Tanto, que renuncié a mi avidez por seguir leyendo y le di vueltas y vueltas al título. Un relojero en busca de su gnomon… un relojero en busca de su gnomon…
Todos hemos visto alguna vez un reloj de sol. A mí, particularmente, siempre me interesaron. Me parecía fascinante que un palito en una pared (el gnomon) nos pudiera decir la hora. Y no solo un día concreto del año, que sería fácil, sino todos y cada uno. ¿Cómo era posible?
Un día, caminando por un mercadillo, me topé con un viejo libro sobre el tema, que era en realidad un pequeño tratado para la construcción de relojes de sol.
¡Al fin! –pensé–. Me construiré uno.
Me puse afanosamente a la tarea, consulté las tablas que incluía, acumulé tableros, varillas de bronce… Medí la orientación de la pared elegida… Hice muchos números… Pero… no funcionaba. Alguna de las tablas tendría datos incorrectos –me dije para mí–. Todo quedó aquí. Hasta que comencé a leer el libro de mi amigo.
Leía y leía, y empecé a entender la razón del título. Mi amigo era en realidad un relojero en busca de su gnomon. Y creo que todo hombre lo es.
El Sol y la Tierra. La Tierra y el Sol. El hombre, habitante de la Tierra. El Sol, la estrella que gobierna a la Tierra, su vida y sus habitantes, que forman un todo único con él. Pero… ¿cómo relacionarnos con él? ¿Hay un camino, una frecuencia, un hilo conductor, una puerta estrecha para poder entrar en sus leyes, en su ser, en su alma? Sí, lo hay. El gnomon.
Solo el gnomon. Con sus ángulos correctos respecto al plano del reloj, exactamente dispuestos. Algo tan sencillo, tan simple… pero igualmente tan sumamente difícil de conseguir y de disponer.
Y, por cierto, no es el gnomon el que nos da la conexión con el Sol. No. Es… su sombra sobre nuestro plano. Curioso ¿no?
La orientación del plano respecto al sur no es relativamente un problema, salvo que se oriente a sus espaldas, es decir, en alguna medida al norte. Lo cual es claro. Si continúas siempre de espaldas al sol, no hay nada que hacer. Por el contrario, si el plano está situado exactamente al sur, es decir, siempre de cara al sol, uno de los ángulos del gnomon es muy fácil. Es recto, de 90 grados. Si tiene variación con el sur se puede corregir, modificando uno de sus ángulos.
Pensé en lo inútil que era un reloj de sol en un día nublado. ¿Para qué lo queremos? No sirve entonces para nada. Evidentemente, si nuestro cielo está nublado o sucio, de nada sirve querer relacionarse con el Sol. Nada que hacer. Es preciso tener un buen día, soleado y luminoso. Y una atmósfera clara.
Pero… ¿y de noche? ¿Qué hacemos en medio de la noche? Pues pienso que, como el Sol no es la única estrella del firmamento, podemos acudir a las estrellas, al menos a las más conocidas, a las más cercanas, a las más luminosas, a las que más nos pueden orientar en la noche. Y más nos vale no fiarnos de la Luna. Es, como sabemos, un astro variable y de poco fiar. Nos engañaríamos.
Un relojero en busca de su gnomon… un relojero en busca de su gnomon… ¿No seremos todos un poco relojeros?
p.s. Ya que algunos lectores se han interesado por el libro que cito, y haciendo justicia con el autor del mismo, a continuación doy los datos por si alguien quiere conseguirlo. Por mi parte, lo recomiendo.
Saulo Ruiz Moreno
«Algunos quisieron mirar atrás. Una representación del Universo»
Tierra de Nadie. Ensayo 2
Asociación Cultural Barataria