En Navidades suele pasar que uno se acuerda de gente a la que no ve, con lo cual, una de dos: o le hundes en el olvido hasta nueva ocasión, o le haces una llamada sorpresa, porque lo del sms queda un poco… miserable, siendo alguien que no ves en un año o más. El caso es que yo hice esa llamada; nos alegramos mutuamente de saber el uno del otro, y quedamos en volver a contactar, sin demasiada convicción, para almorzar. Al cabo de tres o cuatro días recibí un sms de él, que me decía con sorna: “Conocer nos hace libres”, a lo cual, acordándome de la definición de Hegel, le respondí: “No. Conocer es una representación del mundo. Saber nos hace libres”.
Al día siguiente lo llamé para almorzar y nada más descolgar el teléfono me dijo con voz fuerte y divertida: ¡dímelo todo, dímelo todo!, a lo que, sin dejar de reír, le respondí: ¿Me has echado de menos? Esa misma mañana almorzamos juntos.
Es alguien que no estudia filosofía, ni escucha música digital, ni fuma tabaco, no se casa con nadie, ni deja de creer o no creer en Dios. Prefiere la escuela de la vida, colecciona discos de vinilo y escoge fumar cosas menos cancerígenas. La última vez que le vi, antes de esta quiero decir, tenía en su mesa del salón (sin televisor) el libro de Miguel de Unamuno “Vida de don Quijote y Sancho”. Coincidió que ese mismo día le llevaba mis apuntes sobre una charla que di hace tiempo sobre Unamuno y la España quijotesca (o algo así) basada, en gran parte, en ese mismo libro.
Durante el almuerzo me explicó en dónde estaba, es decir, cuáles son sus conclusiones sobre la vida en ese momento. Me decía que eso de que todo era mental (teoría del Kybalión) era falso, que en la vida también hay emotividad y es real. Yo traté de explicarle que en realidad el Kybalión se refiere a que todo es imaginación, incluido las emociones, pero desistí cuando creyó que le estaba contradiciendo. Le hice ver que para mí también eso es muy importante y que tiene su realidad. Recuerdo, incluso, haber leído que un mentalista famoso decía que era importante la autoestima para resolver problemas matemáticos.
Hablamos de eso y otras muchas cosas que omito por no ser indiscreto. Y al despedirnos le pregunté a bocajarro sobre qué estaba leyendo. Me sorprendió la respuesta; me dijo que acababa de comprarse un diccionario abreviado de etimologías (de san Isidoro de Sevilla). No hace mucho yo mismo busqué un diccionario de ese tipo y desistí al ser obras volumétricas; en su defecto, me apunté a una lista de correos electrónicos que me manda cada semana tres palabras con su historia, algunas muy simpáticas.
No creo mucho en eso de las vidas paralelas, y mi amigo menos (creer en ello nos condiciona), pero no deja de ser curioso que él y yo, cada uno por su lado, lleguemos a ideas, temas e incluso conclusiones similares.