El tema de “la verdad” siempre es controvertido; por ello debo hacer un preámbulo aclaratorio antes de entrar de lleno en la reflexión, que dicho sea de paso, no es más que eso, una reflexión en voz alta, sin más pretensiones filosóficas.
Veamos: ¿existe “La Verdad”? Unos dirán que en absoluto, pues ni la ven ni la presienten, y otros afirmarán que por supuesto existe, y aun sin verla creen en ella. Pero supongamos que existe, aunque no podamos tenerla del todo y mucho menos definirla, pues no olvidemos las palabras de Lao-Tse cuando afirma que el Tao (la verdad) que puede ser explicado no es el verdadero Tao. Pero imaginemos que existe, y que todo lo que está vivo y funciona participa de ella en alguna medida, y aún más: que la evolución (o cambio) de todo cuanto existe y nuestra particular inquietud de perfeccionamiento, de ser mejores cada día, tiende hacia ella y quiere ser esa “verdad”, lo cual nos llevaría a la conclusión de que ese, y no otro, es el sentido de la vida, tratar de vivir lo más impregnado posible de la verdad sea cual sea.
Llegados a este punto, y suponiendo esto cierto, ya puedo plantear mi reflexión, pues aunque os lo presente como hipótesis creo que, en efecto, las cosas son así. La primera pregunta que me planteo es: ¿dónde está el punto de la verdad? Aquello que nos hace dar un pasito hacia ella, vivirla más de cerca, ser más luminosos de instante en instante. Sin duda alguna ese punto, o ese estado de “verdad transitoria” de la que hablo, será diferente para cada uno, pues todos somos distintos, incluidos animales y plantas, y lo que para uno es un paso hacia esa verdad, para otro puede ser un retroceso al estar más cerca de ella, pero no por ello es menos importante esa reorientación, ese cambio de rumbo, o de estado, o de comprensión, no para el que lo vive. Bajo este punto de vista, todo cuanto existe merece nuestro más sincero respeto, pues independientemente de nuestra naturaleza estamos en el mismo camino.
Muchas veces confundimos el saber (la verdad) con información aprendida en libros de autores más o menos considerados sabios, pero mientras esos conocimientos, por muy buenos que sean, no provoquen en nosotros una determinación nueva, un cambio de actitud en la vida, solo servirán para adornar nuestras cabezas. De esta forma, me atrevo a imaginar que el punto de la verdad está allí donde descubrimos (de forma individual) la brújula con la que reorientar nuestra forma de ser, allí donde somos conmovidos y empieza una vida más plena y real que, sin ser muy conscientes de ello, nos arrastra hacia esa “Verdad” indefinible y sin embargo presente y necesaria, pues entiendo que sin ella no habría vida ninguna. Creo que nunca olvidaré las palabras de Unamuno cuando afirmó que «la vida» es el criterio de «la verdad».