Cada día me sorprendo más de lo rollo que es la filosofía. Rollo por larga, rollo porque afecta a todo, rollo porque existe desde siempre. Y es que te la encuentras en cualquier cosa, oye, sin poder evitarlo. ¿Que te pasa algo bueno?, lo vives con filosofía y aprecias la belleza de la vida; ¿que te pasa algo malo?, lo tomas con filosofía y aprendes los tropiezos y curvas del camino.
¿Que hace un día soleado?, miras al horizonte, con ojos de filósofo, que para eso lo podemos ser todos, y descubres que la Naturaleza no depende de nadie, que sigue su curso, en el que en realidad estamos inmersos. Y entonces notas la grandeza de todo lo que existe y no te sientes pequeño, sino afortunado de haberte dado cuenta, porque a partir de hoy andarás con más filosofía aún, con más sabiduría aún, con más perplejidad aún.
¿Que hace un día nublado?, comprendes por qué existen las corrientes negativas teóricas en el tema, pero no comprendes por qué no superaron esa primera tendencia a creer que lo gris es solo gris. Por qué no vieron que la lluvia es necesaria para que salgan flores, para que mejore el ambiente, para que todos nos cobijemos y en ello tendamos al interiorismo, tan real y necesario como la comida misma.
Quizás la diferencia, como decía Abraxas en sus «colores», sea el modo de mirar. Ya que un poco más atrás de la primera capa de cada persona, de cada acontecimiento, de cada tormenta, siempre hay un corazón que late.
Y siempre ha sido así el rollo de la filosofía; ese es el corazón que late.