Como algunos saben por aquí, acabo de preparar mi tercera oposición ya. No sé si con buen resultado, como siempre es así en estas lides.
Y ahora me toca, porque a ello me comprometí y creo es necesario, hablar de este colectivo aparentemente cabizbajo y con extrañas costumbres… como la de estudiar de modo incesante, no quedándole tiempo para más.
El opositor es un ser encomiable. ¡¡Anda ya!!
En serio, es un propósito opositar para el que no todo el mundo vale, y mucho menos… para aprobar. Ahí como se le ve, tan aburrido, tan… poca cosa. Requiere un talante templado donde los haya, una voluntad de hierro y una visión muy clara de que el objetivo está por encima de las emociones que nos acosan. Yo digo que opositar es un gran entrenamiento para la vida.
La pájara, por ejemplo, es un conocido nuestro: sabemos que vamos a caer de vez en cuando en un deseo profundo de echar a correr, de abandonar, de sentir que nada tiene sentido, de llorar incluso. Pero todos los opositores profesionales conocemos la receta adecuada: descanso.
Sabemos que es una señal del cuerpo que nos dice que no puede más y que si paramos un día, o medio… estaremos del todo bien. Ahí el opositor aprende a superar el miedo. Lo sufre, espera, vence… y sigue, siempre sigue.
La incertidumbre es también buena compañera del opositor… Le abruma, no sabe si vencerá, si conseguirá algo… pero contnúa intentándolo. Está harto, está agotado, pero sigue. Ya que la voluntad, por encima de todo, es el pie derecho de este aparente taciturno, que en su interior libra una batalla incesante. Debe ser equilibrado, templado, lidiar los nervios anteriores al combate, sacar todas sus armas durante el mismo, no solo las estudiadas, sino las personales.
Mucha gente defiende que las oposiciones las aprueban los maduros y trabajadores, no los inteligentes. Y es así, aunque algún inteligente haya también en la Administración. Y es que enfrentarse en un solo examen… o dos, a tu trabajo de toda la vida, después de llevar un año… o dos, estudiando sin parar, requiere mucha mano firme, mucha mente fría.
Dar la cara ante un tribunal de cinco personas que te miran mientras hablas durante cuatro horas, en exámenes orales infinitos, precisa mucha mirada segura y voz calmada. Y ambas cosas, a alguien que sabe utilizar la herramienta adecuada en cada momento.
Por ello, se apruebe o no, se gane o no, pues como el opositor sabe, se puede morir en la batalla…, siempre hay que quitarse el sombrero ante uno de ellos. Pues más allá de un aspecto sombrío, hay una personalidad fuerte, constante, templada y que sabe y lucha por lo que quiere.
Aúpa opositores…. y funcionarios, por cierto, pues todos ellos debieron pasar por este trance, a pesar de su mala fama.
Aunque cueste creerlo, puede que sea su falta de puesta a prueba lo que nos hace verlos como los vemos. Pero que nadie olvide que hubo un día en que les pidieron darlo todo, y fueron muy capaces de hacerlo.
Por lo tanto, no te dejes engañar por el puesto que desempeña una persona. Mira, más bien, cuánto le costó llegar a él y sabrás mucho más de quien tienes delante.