Con respecto a este valor universal, he creído oportuno por su claridad y trascendencia reflejar las palabras recogidas en la “Declaración de principios sobre la tolerancia” de la 28 reunión de la conferencia general de la UNESCO en París, el 25 de octubre de 1995:
La tolerancia consiste en el respeto, la aceptación y el aprecio de la rica diversidad de las culturas de nuestro mundo, de nuestras formas de expresión y medios de ser humanos. La fomentan el conocimiento, la actitud de apertura, la comunicación y la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión.
La tolerancia consiste en la armonía en la diferencia. No solo es un deber moral, sino además una exigencia política y jurídica. La tolerancia, la virtud que hace posible la paz, contribuye a sustituir la cultura de guerra por la cultura de paz…
…Tolerancia no es lo mismo que concesión, condescendencia o indulgencia. Ante todo, la tolerancia es una actitud activa de reconocimiento de los derechos humanos universales y las libertades fundamentales de los demás. En ningún caso puede utilizarse para justificar el quebrantamiento de estos valores fundamentales…
…Supone el rechazo del dogmatismo y del absolutismo y afirma las normas establecidas por los instrumentos internacionales relativos a los derechos humanos.
Sólo desde el reconocimiento de la universalidad de la familia humana, desde su dignidad, nace el respeto y el sentido de fraternidad universal, que como todas las demás cualidades ha de ser fortalecida y complementada por otras para que la tolerancia no sea una actitud «contemplativa» que todo lo acepta, sino una firme convicción de que desde la diversidad podemos trabajar por la unidad. Y es en el esfuerzo activo hacia el bien común donde nacen la mayor parte de lazos profundos entre las personas, más allá de sus diferencias.