En la etapa anterior del Blog del Filósofo Cotidiano recogí, bajo el epígrafe de «filosofía y música», la letra de canciones que tenían a mi juicio algún tipo de contenido filosófico. En esta etapa todavía no he incluido ninguna nueva, pero en esta ocasión quiero extraer unas palabras de una entrevista que concedió el pianista y director de orquesta Daniel Barenboim a Daniel Verdú para el diario El País, el pasado mes de febrero, que fue titulada «La música es filosofía y deporte». En ella hay las siguientes «perlas» de preguntas y respuestas, con algunas frases que he subrayado para destacar:
P. Abrió la temporada de La Scala con Wagner. Y le defendió, una vez más, pese al rechazo que genera en Israel…
R. Wagner fue usado por los nazis como un profeta. Pero hay gente que dice que le odia sin haber oído una nota. Es el problema que existe entre los hechos y la percepción. Fue un genio y un gran compositor abusado por lo que decía.
P. ¿Se puede separar la ética y la estética del creador?
R. No se debería. Pero la música tiene un lado magnífico que permite olvidar muchas cosas. Una bestia como Hitler se emocionaba bañado en lágrimas con el Lohengrin en Bayreuth. ¿Cómo alguien con esa sensibilidad puede tener la crueldad de matar a tanta gente? La única forma de combatir esto es con más educación musical. ¿Cómo se va a entender el asunto de la ética y la estética sin el menor contacto con ella? Parece que la música esté fuera de la existencia, cuando es todo lo contrario: es una expresión del alma humana. Y además, es algo físico. La música es como hacer filosofía y deporte al mismo tiempo. Recortes económicos como los de Italia vienen porque la cultura no es importante para un número suficiente de ciudadanos. Sería más económico invertir en educación que tener que pagar millones para subvencionar teatros y orquestas.
(…)
P. ¿Qué lugar ocupa la música en la cultura hoy?
R. Es una torre de marfil.
P. ¿Por qué? No hace tanto que la música ocupaba el centro de la revolución cultural.
R. Se olvidaron de educar a la gente.
P. ¿No será que el discurso musical ha perdido la capacidad de hablar del presente?
R. Yo toqué el domingo un recital todo de Schubert, sonatas de 1826 y 1828, el año en que murió. ¡Pero son contemporáneas! La música solo existe en el momento en que se ejecuta y se oye. La gente no vivió el concierto como un acto del pasado, sino como algo que tiene lugar en el presente. Y eso es lo más importante. El ser humano ha hecho que el mundo cambie, pero él no ha cambiado. Hay gente curiosa, gente inteligente, gente estúpida, gente que ama, otra celosa… Lo que ha cambiado es el ambiente y el mundo exterior. Pero es un círculo: si hubiese más educación, no se habría perdido el contacto entre la música que se escribe hoy y el público. Y la prueba es que muchos intérpretes que viajan en avión y tienen todo a disposición, viven en el mundo artístico que terminó hace 100 años.
(…)
R. La dirección es una profesión. Muchos solistas han tenido malas experiencias con malos directores y piensan que como son buenos músicos pueden dirigir las orquestas desde el piano o el violín. Mentira. Eso no es tocar y dirigir al mismo tiempo: es tocar sin director. Aunque a veces sea mejor eso que un director malo. Esta profesión se basa en saber como funciona el fenómeno del sonido. Y el sonido no existe, lo traemos. ¿Qué quedó de las sonatas que toqué ayer? Nada. El sonido es algo físico que permite transmitir el mensaje espiritual de la música. Esto, y muchas otras cosas, hay que recordárselo continuamente a los músicos. Pasar el mensaje con el gesto, con la mirada, con la palabra.
(…)
R. Cuanto más se toca y se repite, más se siente la irrepetibilidad de la música. Cada vez encuentras otro tipo de conexiones entre las notas. Y eso hace progresar. Pero el enemigo más grande es la rutina: repetir lo que salió bien la noche anterior.
P. ¿Y en qué momento sabe cómo lo va a hacer esa noche?
R. Esto es muy interesante. El trabajo de estudio no termina nunca. Hay obras que las toco desde hace 60 años y las conozco de memoria. Pero nunca viajo sin la partitura porque al leerla siempre descubro algo nuevo. Pero cuando te sientas a tocar tiene que ser como si lo estuvieras inventando en ese momento. El que no tiene esa capacidad y revela en su manera de interpretar cómo estudió la obra, aburre. Y quien no hizo el trabajo previo, aunque parezca que improvisa, pierde la conexión. Lo interesante y magnífico de la música es hacer algo y lo contrario al mismo tiempo.
P. ¿Y qué lugar ocupa el estado de ánimo?
R. Nunca tocamos mejor de lo que somos. Se puede tocar peor por casualidad, porque estoy cansado, porque voy al dentista… pero no mejor. Y el nivel más alto es el que hay que aspirar a mantener siempre. Por eso en el trabajo musical sí hay ética y estética. Pero en la percepción de la música como fenómeno social muchas veces no hay ética.
Creo que las palabras de Barenboim contienen interesantes reflexiones que algunos de nuestros lectores, músicos de profesión o de afición apreciarán. Esperamos vuestros comentarios.
¡Qué gran músico Baremboim! Siempre me encanta oírle, en música o en palabras. Como cuando reúne en sus orquestas a músicos cuyos países están enfrentados. Es un ejemplo de lo que la música puede hacer, y de lo que la ética puede hacer por la música. Muy interesante.
Yo me quedo con la frase: El sonido es algo físico que permite transmitir el mensaje espiritual de la música.
Creo que, efectivamente, la música es un lenguaje universal capaz de unirnos alrededor de un mensaje, de un sentimiento.
«Cuanto más se toca y se repite, más se siente la irrepetibilidad de la música. Cada vez encuentras otro tipo de conexiones entre las notas». Muy bueno todo lo que dice Barenboim, creo que es un buen hombre y una gran comunicador de la música. Debussy decía que la música no está en las notas, que «la música está entre las notas» y el intérprete debe descubrirla para transmitir su misterio y su esencia al alma del que sabe escucharla, y la verdad es que Barenboin sabe transmitir.
Recomiendo escuchar la Fantasía Coral para piano y orquesta, interpretada por Barenboim quien, a la vez, dirige la orquesta y la coral. En el mismo disco, editado por EMI, está el Triple Concierto, también de Beethoven, con él al piano, Itzak Perlman al violín y Yo Yo Ma al violoncello. ¡Una joya!