Febrero nos ha traído una ola de frío, y en algunas ciudades, también nos trae el carnaval. Y eso fue lo que me recordó Juan, un conocido mío, cuando hace unos días me preguntó:
–¿Qué, te gustan las chirigotas de este año?
–Pues, la verdad es que no escucho muchas chirigotas.
–Bueno –continuó animado–, ¿de qué te vas a disfrazar este año?
–De nada; más bien intentaré, como otros años, huir de la ciudad durante el carnaval.
–Entonces –insistió–, parece que no te gusta mucho el carnaval.
A esta última pregunta, mi respuesta fue un sonoro y corto ¡NO!
De vuelta a casa, que para mí es un paseo en bicicleta, reflexioné sobre la pregunta de Juan. Y me dije: “pero, chico, qué te pasa, ¿por qué no te gusta el carnaval? Los amigos se reúnen, comparten una copa o dos, cantan, se disfrazan, bailan y todo es alegría”. “Bueno –pensé–, esas cosas, de vez en cuando sí que me gustan. Entonces, ¿por qué contestaste con un no?”
Bueno, querido Juan, lo siento. Si me volvieras a preguntar otra vez, cosa que dudo, te contestaría que el carnaval sí me gusta. Que, en realidad, lo que no me gusta es la mentalidad carnavalesca. Ese tipo de mentalidad que se ha extendido por todos los rincones. Esa mentalidad cuya triste máscara es una falta de seriedad, interés y responsabilidad en todo lo que hacemos: se da entre banqueros, políticos, fontaneros, albañiles, jueces, peluqueros, entre pilotos y militares. Esa es la mentalidad que hace que muchas personas vivan en un permanente carnaval. Creo, estimado Juan, que hay un tiempo para cada cosa. Hay un tiempo para leer, para pasear, un tiempo para trabajar y ser ordenados y puntuales, un tiempo para reflexionar sobre las cosas importantes y un tiempo, cómo no, para divertirse, bailar y beber. Lo que no puede ser es que una cosa nos ocupe todo el tiempo.
Hasta pronto Juan, y que disfrutes del carnaval.
Estoy totalmente de acuerdo, me parece una entrada muy interesante, ¿Para qué nos vamos a disfrazar en carnaval si la sociedad ya sale a calle con una máscara?, me encanta tu blog.