Si por encanto del hechizo de algún mago del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería todos quedáramos mudos al intentar hablar mal de alguien, quizás la mitad del planeta quedaría en silencio, o al menos esa es la impresión que tengo al escuchar la cantidad de conversaciones que giran en torno a criticar a alguien o a quejarse de alguien.
Uno podría excusarse diciendo que todo el mundo lo hace; o que en realidad, la gente de la que uno habla mal merece eso y más.
No estoy de acuerdo. La vida me ha dado dos estupendos ejemplos de personas reales a quienes nunca he escuchado hablar mal de los demás: mi padre y mi maestra de filosofía.
En el caso de mi padre, ni aun en las peores circunstancias –cuando genuinamente se había sentido agraviado por otros– ha caído en este vicio. Supongo que se lo debe a su noble corazón y a mi abuela, a quien tampoco nunca escuché decir siquiera una mala palabra. En el caso de mi maestra, quien también sufrió injusticias terribles y ataques, tampoco le he escuchado sino palabras cargadas de bondad, de belleza, de elegancia y sabiduría… Quizás, además de una buena crianza, se deba a que genuinamente procura vivir las enseñanzas de los grandes sabios.
O sea, sí es posible que uno se abstenga de hablar mal de los demás.
En todas las tradiciones, hablar mal de los demás es visto como un vicio del cual hay que cuidarse: no solo hace un daño terrible a los demás, sino a nosotros mismos, y hace que el mundo sea un peor lugar para vivir.
Un precepto budista dice: “No condenes a ningún hombre en su ausencia; y cuando te veas forzado a censurarlo, hazlo frente a su cara, pero suavemente y con palabras llenas de caridad y compasión. Ya que el corazón humano es como la planta Kusûli, que abre su cáliz al suave rocío de la mañana y lo cierra ante un fuerte aguacero”.
(…)
Quizás, si todos nos esforzamos en practicar el silencio prudente cuando se trate de criticar a los demás, el mundo empiece a ser un mejor lugar para vivir.
Por mi parte, procuraré colocarle conciencia al desarrollo de esta virtud, y si llego a encontrar a algún estudiante de Hogwarts intentaré convencerle de que nos regale a todos este hechizo.
Carlos Chiari
Has hablado con verdad y has puesto el dedo en la llaga. ¡Cuánto cambiaría el mundo si abandonáramos esta fea costumbre! Lamentablemente hoy se fomenta el vicio y no la virtud.
Gracias por tu reflexión y un gran abrazo.
estoy de acuerdo ademas que las palabras tambien rebotan son expuestas tambien a las leyes de la fisica de causa y efecto, aunque no lo creas hasta los pensamientos.