Se suele recurrir a la imagen de la Sociedad del Conocimiento para definir la tendencia de los países desarrollados. Más allá de las escenas que nos ofrecen diariamente los medios de comunicación y de la posible distorsión de la realidad que puedan proporcionarnos, es cierto que la sofisticada especialización que han alcanzado las diferentes ramas del saber produce una ingente cantidad de hallazgos.
Hallazgos que, si fuesen convenientemente divulgados, mejorarían sin duda las condiciones de vida de millones de personas y en algunos casos ayudarían a explicar fenómenos que parecerían sujetos al ámbito de lo enigmático. Sin embargo, tales resultados apenas si rebasan los límites de las publicaciones especializadas y solo alcanzan a las comunidades de intereses de los científicos y en el mejor de los casos, de quienes financian las investigaciones. Y frente a ese aislamiento, aumentan cada vez más las supersticiones y prosperan adivinos, echadores de cartas y mancias de pacotilla, que tanto desprestigian la búsqueda del conocimiento tras las apariencias y las preguntas audaces.
Se hace necesario cubrir ese abismo que parece infranqueable entre el saber y sus destinatarios, que son los seres humanos, mediante una labor paciente y meticulosa de divulgación y de transmisión. Es indispensable ese esfuerzo, si no queremos que la ignorancia acabe por embrutecernos, si queremos que la edad media que tanto se detecta en síntomas sociales, no vuelva a sumirnos en la oscuridad de los miedos y el analfabetismo.
No cabe duda de que Internet está cumpliendo ese deber divulgador, dando facilidades a los investigadores y nuestro boletín pretende aportar su granito de arena difundiendo las noticias que nos resultan interesantes para mejor interpretar el mundo y la vida. Nuestra asociación viene trabajando en ese sentido en todo el mundo desde hace casi medio siglo: que la filosofía como amor al conocimiento llegue a todos, que todos podamos llegar a ser filósofos.