Escrito por
Miguel Ángel Padilla
Los últimos atentados perpetrados por el terrorismo islamista en Francia han puesto en pie a medio mundo para reivindicar y fortalecer la conciencia en torno a los pilares que dieron nacimiento a la moderna Europa y a los valores democráticos occidentales. Unos pilares que no son económicos, religiosos ni políticos sino éticos, de altos Valores Humanos.
Los ideales de la Revolución francesa, LIBERTAD, IGUALDAD, FRATERNIDAD, hacen referencia a la dignidad del individuo, al valor del ser humano en sí mismo, a su derecho al desarrollo, a la realización como persona y a la concordia necesaria para hacer posible la convivencia. Se trata del ser humano como fin, y no como instrumento económico, religioso o ideológico.
El logro de esta concepción de la vida es fruto de un esfuerzo de maduración, educación y compromiso social (aunque no cabe duda de que todavía queda mucho recorrido por realizar).
Una vez más se pone de manifiesto que son las ideas las que sostienen la prosperidad, la estabilidad y el desarrollo íntegro de las sociedades, afirmadas en la conciencia, las leyes y el ejemplo individual y colectivo.
Pero son también ideas, ideas de fanatismo nacidas de la ignorancia, el odio y el miedo, las que mueven a la barbarie del terrorismo.
¿Cuáles son las IDEAS que pueden contrarrestar a los totalitarismos y extremismos, ya sean religiosos o ideológicos?
La consigna de Libertad, igualdad, fraternidad supone una meta, un horizonte que alcanzar. Los derechos humanos no basta con proclamarlos, hay que crear caminos que nos conduzcan a su conquista.
A los valores colectivos, a la justicia social, solo se puede llegar a través de una ética personal, de los valores de los individuos que configuran una sociedad, de una amplia cultura personal que nos aleje de los fanatismos, a través de una firme responsabilidad que nos ratifique en nuestra libertad, y a través de un profundo sentido de unidad con la vida y los demás seres humanos.
Voluntad, Amor e Inteligencia es, desde la filosofía que propone Nueva Acrópolis, la fórmula de regeneración y fortalecimiento de lo mejor de nuestra condición humana, y de los más altos ideales que la humanidad ha concebido, además de ser los pilares en la lucha a largo plazo contra el fanatismo y la corrupción en todos sus aspectos.
Queremos, desde la Organización Internacional Nueva Acrópolis, manifestar nuestra más absoluta repulsa por los atentados cometidos en París y por la ola de fanatismo, oscurantismo y terror en que nos estamos viendo inmersos en los inicios de este siglo XXI.
P. D. Voltaire, Tratado sobre la tolerancia, capítulo XXIII:
Ya no es, por lo tanto, a los hombres a los que me dirijo; es a Ti, Dios de todos los seres, de todos los mundos y de todos los tiempos: si está permitido a unas débiles criaturas perdidas en la inmensidad, e imperceptibles al resto del universo, osar pedirte algo a Ti, que lo has dado todo, a Ti, cuyos decretos son tan inmutables como eternos, dígnate mirar con piedad los errores inherentes a nuestra naturaleza; que esos errores no sean causantes de nuestras calamidades.
Tú no nos has dado un corazón para que nos odiemos, y manos para que nos degollemos.
Haz que nos ayudemos mutuamente a soportar el fardo de una vida penosa y pasajera;
que las pequeñas diferencias entre los vestidos que cubren nuestros débiles cuerpos, entre todos nuestros idiomas insuficientes, entre todas nuestras costumbres ridículas, entre todas nuestras leyes imperfectas, entre todas nuestras opiniones insensatas, entre todas nuestras condiciones tan desproporcionadas a nuestros ojos y tan semejantes ante Ti; que todos esos pequeños matices que distinguen a los átomos llamados seres humanos no sean señales de odio y persecución;
que los que encienden cirios en pleno día para celebrarte soporten a los que se contentan con la luz de tu sol;
que aquellos que cubren su traje con una tela blanca para decir que hay que amarte no detesten a los que dicen la misma cosa bajo una capa de lana negra;
que dé lo mismo adorarte en una jerga formada de una antigua lengua o en una jerga más moderna;
que aquellos cuyas vestiduras están teñidas de rojo o violeta, que mandan en una pequeña parcela de un pequeño montón de barro de este mundo y que poseen algunos fragmentos redondeados de cierto metal, gocen sin orgullo de lo que llaman grandeza y riqueza, y que los demás los miren sin envidia: porque Tú sabes que no hay en estas vanidades ni nada que envidiar ni nada de que enorgullecerse.
¡Ojalá todos los hombres se acuerden de que son hermanos!
¡Que odien la tiranía ejercida sobre sus almas como odian el latrocinio que arrebata a la fuerza el fruto del trabajo y de la industria pacífica!
Si los azotes de la guerra son inevitables, no nos odiemos, no nos destrocemos unos a otros en el seno de la paz, y empleemos el instante de nuestra existencia en bendecir por igual, en mil lenguas diversas, desde Siam a California, Tu bondad, que nos ha concedido ese instante.
Querido Miguel, no puedo decir más que me uno a cada una de tus frases y a las de Voltaire. Ojalá la mayor parte de la Humanidad se de cuenta de que ese, y no ningún otro, es el camino hacia la verdadera concordia y el verdadero progreso.
Trabajemos por ello.
Un abrazo.