El otro día viajaba yo en el tren, y como cuando viajas siempre hay una pantalla donde puedes ver una peli para pasar el rato, me puse a ver la que tenían programada. Se parecía mucho a la que vi el mes pasado en el bus, aunque no tenía nada que ver. Era una película de violencia. Bueno, ahora las llaman “de acción”.

Era muy realista en lo que se refiere al tipo de armas empleado, cantidad de sangre en proporción a los golpes, nivel de estruendo según la cantidad de bombas, variedad de maneras de causar daño a otro, etc.

Lo de los valores éticos del protagonista dejaba un poco que desear para mi gusto. Yo estoy de acuerdo con Platón en que no hay información aséptica cuando se recibe sin poner la conciencia: o te hace bien, o te hace mal; y eso es un problema con algún tipo de cine. Que por cierto se parece mucho a la puesta en escena de algunos videojuegos que descubro mirando por encima del hombro de algunos chavales cuando juegan cerca de mí.

“Consumimos” violencia a tutiplén sin venir a cuento en los productos televisivos y jolibudienses en los que un “bueno” con pinta de sucio, con una metralleta en una mano y un móvil en la otra se carga a 5 “malos”.

¿De qué nos sirve?

¿Por qué hemos de reforzar la parte más bruta? ¿Por qué no aumentar el “consumo” de lo que estimula la otra parte? La noble, la que nos hace más humanos.

Intencionadamente, empleo la palabra “consumir”, que a veces oigo aplicada a grabaciones musicales, programas televisivos y otras cosas que no se pueden tocar. Personalmente me resulta una palabra antipática, porque me suena a “devoratodo”: ¿de qué se trata, que me lo trago?

Tanto que nos preocupa alimentarnos bien y sano, ¿no se nos podía ocurrir elegir mejor con qué alimentamos las emociones y las ideas? Porque de lo que se come se cría…

Yo voto por una buena dieta en las imágenes televisivas, cinematográficas y videojueguiles. Y animo a todo el mundo a que elija de qué quiere alimentarse.