En realidad, la cuestión es vivir y sobrevivir.
O, en su orden natural, primero sobrevivir y, luego, vivir.
Es obvio que necesitamos tener cubiertas las necesidades básicas para que nos planteemos cuestiones más profundas, aunque no menos importantes. Acongojados por las cuestiones cotidianas, nos falta a veces la perspectiva que nos permita encontrar el equilibrio interior. Y, sin embargo, ¿no es eso lo que pretendemos tener conquistado cuando lleguemos al final del camino?
El no tener preocupaciones materiales, sin embargo, no garantiza tener una vida interior satisfactoria. Hace falta descubrir por qué vivimos, para qué estamos en el mundo que nos ha tocado, cuáles son las acciones que nos ennoblecen y cuáles las que nos alejan de nuestra condición humana.
Importa lo material: el alimento, el albergue, el arroz.
Pero también importa la búsqueda de la belleza, descubrir la armonía de la naturaleza, encontrar nuestro sitio en el perfecto engranaje de la existencia: las flores.
Vivir filosóficamente, que significa atender ambos aspectos, es la mejor forma de encontrar nuestro sitio en la vida. Nuestra vida. La del mundo al que pertenecemos. La de la Humanidad de la que formamos parte.
Cuando hablamos de sobrevivir primero, antes de vivir sucede lo que vemos hoy en día por todos los rincones, que la gente se olvida de vivir.
Jesús lo puso de manifiesto cuando dijo: «Pongan primero el reino y su justicia y todo lo demás le será añadido» Buda nos enseña a vivir el momento presente. Mi vida es testigo de que lo primero es vivir y después todo se te añade. Parece que da miedo pensar en este orden pues se necesita gran valor para experimentarlo, pero así es. Saludos a todos