Hace poco volví a ver la película Pinocho, de Walt Disney.
Las películas sencillas muestran lo blanco muy blanco y lo negro muy negro, lo que tiene una ventaja: se distinguen fácilmente. Vamos, que se aprende de forma relajada, lo cual es de agradecer.
Nuevamente vi al hada azul cómo prometía a Pinocho la posibilidad de ser algo más que un muñeco de madera. Llegaría a ser un verdadero niño de carne y hueso si lograba superar un periodo de prueba para demostrar que realmente era merecedor de tal categoría. Nada de regalos sin más. Le dejaba con un acompañante singular: la voz de su conciencia (“Deja que tu conciencia sea tu guía”).
Soy fan de Pepito Grillo. El pobre ejerce de voz de la conciencia de Pinocho, lo cual es un trabajo a jornada completa y sin remuneración (así le va, a veces).
Y qué podemos decir de su magnífica explicación de dónde están el bien y el mal, tan clara como la que nosotros mismos daríamos en su lugar:
“A veces las cosas malas parecen buenas y, aunque a veces las cosas buenas suelen parecer malas, otras veces las buenas se vuelven malas cuando esas malas parecen buenas. Y viceversa”.
Un requisito importantísimo para superar el examen: no mentir, ni a los demás ni a uno mismo. ¡Huy qué difícil…!
También nosotros tenemos un Pepito Grillo a nuestro servicio y sin contrato que, aunque no se explique muy bien a veces, nos puede servir para elegir una dirección en la vida, lo cual no nos va a librar de tropezones. Pero bueno, algo tendremos que poner de nuestra parte, ¿no?
La voz de la conciencia es ese continuo mensaje interior que suena dentro de nosotros como si hubiera un DJ (el pinchadiscos de toda la vida) que no se cansa nunca. Afortunadamente, podemos desoírlo montando mucho follón fuera, como ya hemos comprobado muchas veces.
No basta tener un cuerpo de madera para ser un niño de verdad.
No basta tener una apariencia humana para ser un ser humano de verdad.
Como canta Pepito Grillo: “Si te estás portando bien y te tentara el mal, dame un silbidito y siempre tu conciencia mandará”.
Así que no mintamos y silbemos cuanto sea necesario.