Cuando un recuerdo revolotee hacia ti como un pájaro, recógelo y déjalo impreso en el papel.
Y si sientes que las tenazas de las dudas se clavaron sin compasión en tu mente, pregúntale a la pluma con la que escribes.
Cuando la humilde flor o el radiante amanecer te emocione, conviértelo en bellas palabras.
Al perder el amor, al encontrarlo o al olvidarlo, déjalo firmado en un poema o una canción.
Escribe sobre la risa alegre y contagiosa que pudiste compartir, y del dolor cuando colme tus días.
Escribe siempre, anota, documenta, derrama las experiencias como las gotas de rocío, humildes pero bellas, o terribles y grandes como la tempestad.
Y si te es posible, refleja aquel pensamiento puro, aquella emoción sublime, aquella pulsión de eternidad que tal vez lograste intuir.
El papel te devolverá la imagen de tu vida plena, las piezas de las experiencias como un mosaico se acoplarán para mostrar tu rostro a algún lector.