Terminaba el aseo diario cuando me apercibí de una extraña vibración en el lavabo. Me detuve, lo toqué y comprendí que la vibración procedía de otro lugar, Y busqué y busqué hasta darme cuenta de que era el vaso de los cepillos de dientes el que vibraba. Pero no, ¡no era el vaso! Lo que se movía era mi cepillo de dientes eléctrico, que seguía funcionando dentro del vaso.
Después de reírme un poco de mí misma y de mi búsqueda del origen de la vibración, otra búsqueda se abrió paso en mi mente con las mismas palabras: el origen de la vibración, recordando así algunas doctrinas orientales muy antiguas que expresan sus teorías sobre el comienzo de la creación en un punto, un punto que cuando comienza a vibrar es el origen de todo lo creado.
Y volví a mi cepillo: el lavabo vibró porque la vibración del cepillo se transmitió al vaso y de este al lavabo…, pero había sido activado previamente —por mí—, es decir, que antes de la vibración alguien lo puso en marcha. Es más, antes de esto alguien lo había ideado, lo había creado, dado una función y una forma determinada.
Es decir, que un humilde cepillo de dientes tiene detrás toda una cadena de acción, de voluntad y de finalidad.
¿Qué decir entonces del universo? La lógica me invita a pensar que, evidentemente, detrás de tan maravillosa obra hay una causa y una voluntad, y que causa y voluntad encierran una finalidad.
Sigo mirando el cepillo, pero mi mirada interior está viendo estrellas y mundos, un hermoso orden, el inmenso palpitar de un corazón infinito, y mi reflexión y búsqueda vuelven al momento inicial, a la activación del punto original, a la primitiva idea de la que procede esta inmensa cadena que nos une a todos, «Creador» y creados, astros y seres, en esta obra maravillosa y enigmática que prosigue su marcha.
Y aquí, en una minúscula parte de toda esa inmensa creación, me encuentro yo mirando, agradecida, a mi cepillo de dientes por su lección; comprendiendo que lo pequeño está inserto en lo grande y es su reflejo, y que solo debemos mirar detrás de lo evidente, buscar los porqués, escudriñar los secretos, seguir —en fin— la vibración hasta dar con su origen.