Esa preciosa peli siempre me ha resultado intrigante. Habla de muchas más cosas de las que parece, como ocurre con casi todo en la vida.
A mí «la nada», esa que se come el mundo, imparable, me resuena al miedo, un miedo que paraliza, que poco a poco va haciendo que desaparezcas en todo lo que eres, despacio e incesante. Bien porque te acomodas a lo que parece que es suficiente en la vida, bien porque no te atreves a hacer eso que deseas, bien porque simplemente dejas de creer en ti. A partir de ahí todo lo que sabías de ti mismo irá desapareciendo, convirtiéndose en confuso, en inseguro, en irreal.
Y el único modo de salvarlo es el valor. En este caso, como en el cuento, tú mismo has de ser el protagonista, aquel que crea en Fantasía, aquel que crea en ti. A partir de ahí, desde ese momento, cuanto más luches, cuanto más imagines, cuanto más creas, más grande serás.
Pero, si en lugar de centrarlo en nosotros lo pasamos al mundo en general, micro, macro, todo él, entonces la nada puede ser igualmente la falta de fe, de valores, generalizada, de un mundo que de puro material está desapareciendo. Y la salvación solo vendría porque creamos en lo bello, seamos capaces de sentirlo, de lucharlo…, y cada vez ese mundo posible será más y más grande.
El miedo a ser distinto, el miedo a perder, el miedo a sufrir, el miedo irreal, a los fantasmas, todos nos paralizan, son nuestro mayor enemigo, uno que logra que todo aquello que podemos llegar a ser, en cualquier dimensión, no llegue a ser.
Dejarle moverse sigilosamente entre nosotros es permitir que venza el enemigo, el malo, lo negro: LA NADA.
¿Hay algo peor que la nada?