Homo naturis lupus

Existe hoy una corriente de pensamiento que considera que cualquier intervención del ser humano en su entorno es necesariamente dañina, ya que lleva inevitablemente a trastornar el natural desenvolvimiento del resto de los seres vivientes del planeta. El hombre es considerado el factor principal, y único, de la rotura del perfecto equilibrio en los ecosistemas, de forma que, si no existiera la humanidad, la Naturaleza viviría en una paz angélica, igual a la que disfrutaba en su estado primigenio.

Esto es hoy así, según los defensores de esta teoría, debido a la maldad intrínseca e inevitable de los seres humanos, a los que el desarrollo de su capacidad y competencia como animal racional les ha dado el poder suficiente, que nunca antes tuvo, para influir de manera decisiva en la vida del resto de los seres vivos que conviven (más bien malviven) junto a ellos. Esta teoría, por lo tanto, basa su veracidad en la maldad y el egoísmo insalvable e incorregible de la raza humana. El viejo “homo hominis lupus” se ha convertido ahora en “homo naturis lupus”.

Creo que este planteamiento, con lo mucho de cierto que contiene, matizando, eso sí, quiénes son los seres humanos crueles, egoístas y desalmados, que por supuesto son unos pocos, este planteamiento, digo, esconde, dentro de su verdad, una falsedad.

La falsedad consiste en negarle al ser humano el derecho a intervenir en el orden, belleza y equilibrio de la naturaleza, a la que pertenece por derecho propio, y no otorgado por nadie ni por nada.

Recuerdo que en el Génesis se dice:

Tomó, pues, Yavé Dios al hombre, y le puso en el jardín del Edén para que lo cultivase y guardase y cuidase…

Por supuesto, no cito el Génesis de la tradición hebrea como base de mis argumentos. Quien al pie de la letra toma unas escrituras, en ellas perece. Pero lo cito porque viene al hilo de la cuestión.

Un ser con el poder del hombre puede hacer dos cosas muy diferentes con los demás seres que comparten con él “la casa de todos”:

Actuar por egoísmo estúpido, mediante el cual no solo perjudica al resto de los seres, sino que finalmente se perjudica a él mismo, o actuar conforme a las leyes naturales, lo que le llevaría a tomar sólo lo necesario de su entorno para su supervivencia física, como hace el resto de los habitantes de la naturaleza, y así ocuparse de lo que realmente es su misión en el planeta, su evolución espiritual como ser humano que es, dotado de ansias de infinito y de plenitud.

Hoy, en nuestros días, hace lo primero, más que por su inconsciencia, por estar manipulado y obligado a adoptar una vida de absurdo consumismo. Aquellos que se enriquecen con ello han construido una maquinaria que dilapida la inmensa riqueza que nos ofrece la madre naturaleza. Pan para hoy (para algunos, para otros ni eso) y hambre para mañana. Para nuestros nietos pero también para los negreros que creen enriquecerse, y que se llevarán su dinero al cementerio. Leí una vez un grafitti que decía:

“Eres tan pobre que lo único que tienes es dinero”.

Esta situación se parece al loco que destroza sus muebles para echarlos como leña a la chimenea, pensando que de esa manera estará una temporada calentito. ¿Y cuando se apague la chimenea porque ya no hay más muebles? Vivirá sin muebles y además muerto de frío.

¿Dónde está la raíz del mal? ¿Dónde está el origen de esta loca situación? ¿Quién lucha por acabar con ella?

Conozco grandes ecologistas que emplean su vida en presionar a los Gobiernos para que legislen a favor de la naturaleza y sus especies. ¿Es que se piensan que sus Gobiernos son los que gobiernan? ¿Es que creen que sus Gobiernos están ahí porque los ciudadanos los votaron? Pues deberían darse cuenta de que un presidente incómodo es muy fácil de eliminar, quitándolo o matándolo. Los verdaderos amos de la caverna, los adoradores del becerro de oro, los amos del dinero y del comercio mundial, no admiten a quienes no les sirven.

Escuché una vez que a un hombre se le puede comprar por sexo. Si no da resultado, por dinero; si tampoco, por poder; y si tampoco… se le elimina y ya está. Procedimientos que son simples para los auténticos detentadores del poder mundial.

Con la ecología está sucediendo lo mismo que con otros movimientos anteriores que han procurado alguna molestia al poder mundial. No se necesita luchar abiertamente con ellos, simplemente se les vulgariza y ya está. Cualquiera puede pensar hoy día que es ecologista y que cuida la naturaleza, bien porque cierra el grifo mientras se cepilla los dientes o bien porque lleva los envases de vidrio al contenedor de reciclaje. Así se tranquiliza, y se olvida de los millones de árboles asesinados en masa en las pocas selvas que quedan y también de los millones de hectómetros cúbicos de agua contaminada por fábricas o buques petroleros o químicos, y también se olvidan de los millones de seres humanos que mueren cada día víctimas del hambre, la miseria o la enfermedad.

Y, curiosamente, hoy hasta las multinacionales y los ejércitos, generadores del desastre, son los primeros que se proclaman ecologistas. Y si no, leed la prensa o cualquier otro medio y lo podréis comprobar. Nos tratan de convencer de que trabajan por la limpieza del planeta, y cuentan con el tremendo poder de los medios de comunicación, con lo que el lavado de cerebros es sumamente fácil.

La humanidad entera está trabajando como auténticas mulas de carga para la producción en masa de productos inútiles, cuando no dañinos. Y lo que es más indignante aún, con fecha de caducidad prefijada. Las cosas no pueden durar más que un pequeño periodo de tiempo, y si no es así es que ha faltado la previsión suficiente en su diseño. ¿A quién se le ocurre fabricar un coche, por ejemplo, o unas gafas, que duren treinta o cuarenta años? No es que no se pueda hacer, es que es preciso seguir vendiendo y fabricando más y más, con lo que deben durar como máximo cuatro o cinco años, y se diseñan para esa duración. Lo sé porque tengo el mismo teléfono móvil desde hace 15 años, y lo pienso tener otros 15, y porque tuve un coche que funcionaba perfectamente tras 20 años, y lo regalé en perfecto estado. Ya veis. ¿Suerte? No. Eran fallos de diseño, y por supuesto rápidamente fueron retirados del mercado, y seguramente despedidos sus diseñadores.

Y esto, ¿a qué conduce? Es fácil de concluir. Millones y millones de horas de trabajo de millones de personas, millones de toneladas de materiales a fabricar, millones de toneladas de materias primas que extraer en minas, bosques o mares… En suma, supone esquilmar la riqueza natural del planeta. Y millones y millones de basuras y de productos tóxicos de desecho. Pero hay algo que es a buen seguro aún más grave: esquilmar el poder creativo y laboral de la raza humana, condenada por estos negreros a engranarse como una pieza más en su máquina infernal, anulando su libertad, su dignidad y, en suma, su posibilidad de luchar por su propia humanidad.

¿He dibujado un panorama sombrío? Pues creo que aún lo es más, pero estamos tan inmersos en él y tan anestesiados por la aplastante propaganda que no nos damos ni cuenta. Ni por supuesto nos imaginamos cómo es posible vivir de otra manera. Pero sí existe otra manera, como he leído en muchas pintadas en muchos sitios:

“Otro mundo es posible”

Construyámoslo.

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