Cuando el premio nobel de física Niels Bohr visitó China en 1937, quedó impresionado al ver el símbolo del yin-yang, el concepto chino de los opuestos polares. De pronto se dio cuenta de que su idea de la complementariedad nacida de la física cuántica estaba ahí representada, en un simple y milenario símbolo chino.
Toda esta historia comenzó unos años antes. Cuando por fin los físicos pudieron echar un vistazo al átomo, quedaron sorprendidos, más bien consternados, con lo que encontraron.
El átomo y sus partículas tenían un comportamiento que no encajaba con el mundo hasta ese momento conocido. Fue el fin de muchas cosas queridas y dadas por ciertas, y el principio de otras inciertas y extrañas.
Una de esas cosas extrañas fue el descubrimiento de que las partículas atómicas presentan dos aspectos totalmente opuestos: a veces parecen partículas y otras parecen ondas. Es como si la naturaleza escondiera algún truco en alguna parte.
Los científicos se movilizaron ante este comportamiento tan opuesto, y se pusieron a trabajar, a ver si averiguaban dónde estaba el truco. Por fin, en 1927 se demostró sin ningún género de duda que los electrones se comportaban como partículas al mismo tiempo que como ondas, sin trucos.
Al tratar de explicar este hecho tan extraño Niels Bohr escribió: “Las pruebas obtenidas bajo distintas condiciones experimentales no pueden comprenderse dentro de un solo marco, sino que deben considerarse como complementarias en el sentido de que solo la totalidad de los fenómenos agota la posible información acerca de los objetos”.
Lo que Niels Bohr quería explicar es lo siguiente: desde la Tierra un día completo, es decir, 24 horas, se ve como dos cosas distintas y opuestas; luz y oscuridad, y cuando está presente la una no vemos la otra. Pero si por un momento pudiéramos observarla desde el espacio exterior, podríamos ver las dos cosas simultáneamente, tal como es en realidad, una sola cosa con dos aspectos distintos y en movimiento continuo. Dos contrarios que se complementan para crear un solo objeto, o sea, un día. Y esto es lo que Niel Bohr llamó “el principio de la complementariedad”.
Esa es la razón por la que Niels Bohr quedó tan impresionado al ver en China el yin-yang, el símbolo de los contrarios en equilibrio dinámico que se complementan.
No es de extrañar que cuando Niels Bohr fue nombrado caballero en su país, Dinamarca, en reconocimiento de sus sobresalientes logros en la ciencia y la cultura, incluyera en su escudo de armas el símbolo del yin yang y la leyenda “CONTRARIA SUNT COMPLEMENTA”.
Bohr pensaba que su idea de la complementariedad podría explicar otras muchas cosas importantes fuera de la física cuántica, y trabajó en estas ideas a lo largo de su vida. Él consideró su utilidad en aplicaciones tales como la biología, la psicología y la epistemología.
Creo que Niels Bohr se hubiera encontrado muchas respuestas útiles a estas cuestiones si hubiese leído con atención a Platón. Porque si bien los filósofos chinos nos llevan al principio de la complementariedad a través de un símbolo tan intuitivo como el yin yang, Platón nos lleva a lo mismo a través de la razón. En el Fedón encontramos las más hermosas y profundas explicaciones del principio de la complementariedad. Allí podemos leer:
“Pues bien, Cebe –dijo Sócrates–, lo que hemos convenido con razón puedes verlo de esta manera. Si no hubiera una correspondencia constante en el nacimiento de una cosa con el de las otras como si se movieran en círculos, sino que la generación fuera en línea recta, tanto de uno de sus dos términos a su contrario, sin que de nuevo doblaran la meta en dirección al otro, ni recorrieran el camino inverso, ¿no te das cuenta de que todas las cosa acabarían por tener la misma forma, experimentar el mismo cambio, y cesarían de producirse…?
Con esto no solo resuelve los asuntos planteados por Bohr, sino muchos más, incluso un problema que la ciencia aún no se atreve ni siquiera a plantear: el de la vida y la muerte. Añade Platón:
…luego convenimos aquí también que los vivos proceden de los muertos, no menos que los muertos de los vivos…