Dicen que los españoles tenemos fama de disfrutar de muchos días festivos, aunque cuando luego te pones a contar, en otros países con fama de trabajadores como Francia o Alemania tienen más días de vacaciones que nosotros. Pero creo que el mes que va del 6 de diciembre al 6 de enero no lo supera nadie:
6 y 8 de diciembre. Es el entrenamiento para las vacaciones de Navidad, y para muchos el último viaje del año, aprovechando el puente del día 7 entre la festividad de la Inmaculada y el aniversario de la Constitución, y que seguro que antes o después hay un fin de semana para convertir el puente en acueducto, con cinco o seis días de vacaciones.
Del 15 al 20 de diciembre. Los niños celebran el fin de las clases y en las empresas se organizan las comidas o cenas con los compañeros, en las que felicitas la Navidad a todos los que has estado criticando el resto del año.
21 de diciembre. Ahora ya muy pocos lo celebran, pero antiguamente, los romanos por ejemplo, celebraban el día del solsticio de invierno, la noche más corta del año, o también llamada del Sol Invicto.
22 de diciembre. No, tampoco está marcada en rojo en el calendario, pero es el día del sorteo de la lotería en el que millones de españoles depositan sus esperanzas. El primer premio es casi obsceno (3 millones de euros), pero como todo el mundo juega pequeñas participaciones de muchos números, cuando te toca suele ser una cantidad suficiente para alegrarte y no agobiarte.
24 de diciembre. Nochebuena. Es la fiesta familiar por excelencia, la reunión de los que se encuentran lejos. En otros países es cuando aparece Papá Noel (o Santa Claus) con los regalos, pero aunque debido a las modas foráneas Papá Noel permanece incluso después de esta fecha, el reparto de regalos se lo deja a los Reyes Magos.
25 de diciembre. Navidad. Otro día de comida familiar, de villancicos y de ver ya al Niño Jesús en el Portal de Belén que muchas familias ponen en sus casas.
28 de diciembre. Santos Inocentes. Tampoco es festivo, pero la gente se lo pasa fenomenal gastando bromas a propios y extraños.
31 de diciembre. Nochevieja. La última noche del año, en la que los más pequeños se pegan al televisor para ver el resumen de todos los programas de humor del año, los jóvenes aprovechan para ir de fiesta de cotillón hasta la mañana siguiente y todos nos atragantamos comiendo doce uvas al son de las campanadas de fin de año.
1 de enero. Sí, este es festivo. Y es que ¿quién se pone a trabajar después de la nochecita anterior? Si no te levantas muy tarde, puedes ver en la televisión el Concierto de Año Nuevo en Viena, tan refinado, tan pulcro, tan elegante, mientras estás en casa con dolor de cabeza de la resaca y en pijama.
5 y 6 de enero. La noche de los Reyes Magos, la festividad por excelencia de los más pequeños y de aquellos que conservan la ilusión de que lo más importante es invisible a los ojos. ¿Cómo harán los Reyes para dejar tantos regalos en todas las casas? Ah, que son Magos…
7 de enero. O quizá el 8 ó el 9 es cuando los niños vuelven al colegio y sobre todo las madres descansan de tanta fiesta.
Y aquí no acaba todo. En la ciudad donde vivo, esta misma semana empiezan ya los preparativos de los carnavales, que duran incluso hasta después del Miércoles de Ceniza, pues hasta la Semana Santa (tiempo de recogimiento, de muerte) se celebra como otra fiesta popular…
Dicen que las fiestas son parte de un calendario sagrado para así distinguir los días «normales» de los «consagrados». Por lo visto, en este rinconcito del mundo estamos más cerca del cielo… ¡Que la fiesta no pare!