Espero que la cantidad de veces que eso es así, que algunas habrá, sean muy, pero que muy inferiores a las que, para nada, eso es plausible. Decía Gandhi que “El fin está en los medios, como el árbol en la semilla”. Por muy buenas que sean las causas que se defiendan, debe haber una coherencia entre el medio de llegar y la finalidad que se persigue; en caso contrario, se incurre en una contradicción interna difícil de sostener y que hace sospechosa cualquier finalidad, y a su vez la finalidad estaría apoyada sobre pies de barro, pues si aquello que se defiende se desprecia en sus medios, ¿qué extraños motivos animan a tal fin?
Confieso que esta idea me la ha sugerido el manual de diseño de campañas ecológicas de Greenpeace, donde, entre otras muchas cosas, habla de no usar la violencia (yo incluyo en ella el insulto y la difamación), respetando a todo el mundo, sean aliados, neutrales o adversarios. En este caso no se puede usar la violencia cuando se defiende que, entre todos, no violentemos la naturaleza degradándola. Si piden respeto por algo, no pueden hacerlo sin, a su vez, ser ellos respetuosos.
Un grupo como Greenpeace y todos aquellos que tienen como motor el amor, sea a la naturaleza, a los castillos, a viajar, a los animales, al conocimiento o a Dios, no pueden permitirse otra actitud, entre ellos y con los que les rodean, que la de la más sincera fraternidad. En caso contrario, pienso que deberíamos, muy seriamente, sospechar de sus verdaderas intenciones.