Intentamos saber cuáles son las respuestas adecuadas a las preguntas-pistas sobre qué es la vida. Si eres capaz de escuchar el enorme sonido de la Naturaleza, podrás escucharte a ti mismo…
¿Te parece que demos un paseo por tu interior? Es otro modo de acercarse a la ansiada verdad que busca el filósofo. Cada uno de nosotros tiene las respuestas a sus propias preguntas; sólo tiene que conocer el idioma del silencio… dejarse hablar.
Vamos a comprobar que estamos ahí dentro:
Dime algo sobre el bien y el mal, lo que quieras, lo primero que te salga… ¿No sale nada? Bueno, entonces calla tu pensamiento y ponte a sentir lo que es el bien. Puedes, cállalo y ponte no a pensar, sino a sentir qué es el bien… Si en unos segundos estás sonriendo serenamente, lo has conseguido, algo dentro de ti sabe qué es el bien, sin ejemplos, sin palabras, sabe que le gusta el bien, te ha hecho sonreír, ¿no?.
Ahora, siente lo que es el mal… Si lo consigues sentirás incluso algo de miedo, un pelín, de desagrado, puede que se te cierren un poquito los ojos en señal de precaución.
Nos ocurre a todos, absolutamente a todos (patologías aparte), pensando o sintiendo el bien nos encontramos serenos, tranquilos y alegres, mientras que con el mal estamos inseguros y atentos.
¿Por qué? Tú ve practicando, primero las preguntas, luego las constataciones… Las respuestas caen por su peso, el peso de la verdad atemporal y aespacial, apersonal y acultural.
Lo cierto es que estamos ahí dentro, siempre contándonos cosas, guiándonos a nosotros mismos. Pero nos hacemos poco caso, somos poco conscientes de que en nosotros hay mucho más de lo que vemos.