Hace unos cuantos años pensamos crear una sección dedicada a la filosofía en el cine, pero finalmente no se abrió. No sé si a los lectores de este blog les puede parecer interesante, por si todavía estamos a tiempo.
En ese caso, quisiera comentar una película estrenada recientemente. Se ha traducido al español como “Origen”, y el título original en inglés es “Inception”, lo que me ha llevado a consultar el diccionario para descubrir que significa comienzo, principio. Comentaba con quienes vi la película la riqueza fonético-polisémica (me acabo de inventar esta palabra) de la lengua inglesa a la que los hispanoparlantes a menudo despreciamos por su aparente simplicidad. Y es que la palabra “inception” tiene raíz común con “deception” (decepción) que también aparece en el argumento y con “conception” (concepción) que en su segunda acepción más común se refiere a la capacidad de crear ideas y “conceptos”, implícita en el transcurso de la película.
La película viene de la mano del afamado director Christopher Nolan, un reparto espléndido encabezado por Leonardo DiCaprio, un argumento muy sugerente, dentro de una acción trepidante que hace que no nos demos cuenta de las dos horas y media de proyección pues, parodiando al mismo film, se nos pasa como unos breves minutos dentro de un sueño, pero que recordamos durante horas y horas dando vueltas en nuestra mente a un argumento casi hipnotizante. El protagonista encabeza una heterogénea banda de ladrones del futuro que, trabajando en el mundo de los sueños, se dedican a robar ideas mediante encargo. Y es que, y aquí viene la primera sorpresa agradable de la película, en este mundo del futuro, lo realmente valioso no son las posesiones materiales, sino las ideas de la gente. Pero en este caso, el encargo no es robar, sino “insertar” una idea en la mente de un poderoso empresario, pues las ideas pueden ser también el más peligroso de los virus. Para conseguirlo no será suficiente con entrar durante un sueño en la mente de la víctima, sino engañarla haciéndole creer que está en un sueño dentro de un sueño, aunque el bucle onírico se re-enlaza sobre sí mismo varias veces. Allí perdemos la concepción del tiempo, en ese laberinto de los sueños que contaba Borges: “Chuang Tzu soñó que era una mariposa y no sabía al despertar si era un hombre que había soñado ser una mariposa o una mariposa que ahora soñaba ser un hombre”. No quiero desvelar aquí más detalles de la línea argumental, y tan solo mencionaré otro de los detalles que me fascinó: la capacidad de soñar en común, o mejor dicho, de entrar en el sueño de otro, con los personajes creados por su subconsciente, pero con un mundo diseñado por un arquitecto (especialista en crear laberintos: otra vez Borges), en donde los peligros son las defensas mentales disfrazadas de poderoso ejército de ataque. Subyugante, ¿verdad? No os la perdáis, y sobre todo, comentad aquí vuestro parecer. |
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