¿Por qué algunas personas solo saben hablar de un tema? O como mucho de tres, según decía un buen amigo mío el sábado pasado tomando unas cervezas en la noche de Madrid. No, no hablo de ti, aunque eso de que tus temas sean, por orden de importancia: la astrología, las mujeres y el fútbol sí que sería tema para otro blog o para otra ronda de cervezas cualquier sábado de estos. Pero no, hablo de los que solo saben de su profesión, de su carrera, de su deporte favorito y poco más, con lo cual hablar con ellos suele ser aburrido y previsible.
Quizás no tienen tiempo para salirse de esos carriles, o el tiempo que tienen de ocio esta copado con entretenimientos que poco aportan a la riqueza de la persona. Recuerdo ahora ciertos personajes de una novela (no estoy seguro del título) llamados «los hombres de gris» y que me impactó porque su maldad consistía en robarte el tiempo… Quizás por eso, hace unos días, me di de baja de uno de esos servicios que ofrecen cientos de canales de televisión.
Lo divertido es que al poco tiempo me ofrecían los mismos servicios a mitad de precio ¿? y al decirles que no me interesaba me fueron mandando varios comerciales a los que seguí dando mi negativa educadamente. Finalmente hablé con la estrella de los relaciones públicas, una mujer elegante, educada, con una voz preciosa, a la que tuve que confesarle la verdad: «Mire usted, quiero tiempo para leer, para escuchar música cerrando los ojos, para pasear tranquilamente por el parque, para ver a mis amigos, para ir al cine y a la playa, para echar una mano en mi ONG, para meditar, para…» A lo que la señora me contestó: «Contra eso no tengo argumentos, ya quisiera yo tener tiempo para hacer lo mismo».
Sonreí complacido. Con mi particular lucha había ganado una pequeña batalla y, la verdad, no fue tan difícil.