El valor de ser mujer

En el día en que se recuerda el papel de la mujer trabajadora, recordemos también que la filosofía no hace distinciones entre hombres y mujeres en cuanto a sus aptitudes para enfrentar la vida. Hay enormes ejemplos de ello en la historia. Algunos hombres que dejaron huella se atrevieron a defender la importancia de la mujer aunque su tiempo o su sociedad no lo hiciera.

Sin revanchismos ni discriminaciones, celebremos que somos humanos en un mismo barco, navegando por el misterioso mar de la vida, que necesita capitanes y timoneles, marineros y vigías para llevar a buen puerto nuestra nave. Tod@s somos necesarios. Tod@s podemos realizar un buen trabajo.

Ser mejores

A veces, en esos raptos de heroísmo de sofá que nos arrebatan de vez en cuando, pensamos que tendríamos que mejorar el mundo, y ¡zas!, en nuestra imaginación ya lo cambiamos: antes era rojo, y ahora es verde; o antes era azul y ahora es morado. Así, todo de golpe.

Pero la realidad es que no podemos pretender que un muro sea de piedra si está hecho con ladrillos.

Cada uno de nosotros es un ladrillo (sin ánimo de ofender) y deberíamos conseguir llegar a ser una buena piedra (por lo del muro, se entiende). Y si llegamos a aprender cómo se hace esa transformación, seremos capaces de enseñar a otros cómo hacerlo.  Sin dinamitar los ladrillos, ni las piedras, ni nada, que lo dejan todo hecho un asco.

Reflexionemos y actuemos sin alejarnos de los principios éticos que reconocemos como valores, y lo demás irá llegando.

El mundo empezará a mejorar transformando el primer ladrillo.

Un milagro entre la basura

Viven en un vertedero. Sí, sí. Entre la basura. Qué lejano para nosotros, los que nos quejamos del ruido del vecino en un sexto piso, ¿verdad?

Pues ellos son niños y niñas. También hay abuelos y abuelas. Y papás y mámás. Y viven entre la basura, no por afición, sino porque para subsistir tienen que rebuscar entre lo que otros tiran para poder vivir. Sucede en Paraguay (también pasa en muchos lugares del mundo). Es el vertedero donde se depositan los desechos de la ciudad de Asunción. Un lugar, por cierto, con altísimo índice de contaminantes.

Pues asómbrate.

Los niños y adolescentes forman parte de una orquesta que interpreta obras como, por ejemplo, la 5.ª Sinfonía de Beethoven, sin ir más lejos. Bueno, por si no lo sabes, actualmente hacen giras de conciertos en algunas capitales europeas.

Un violín cuesta más que lo que vale su casa. Entonces, ¿cómo lo han hecho?

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El dinero no lo es todo

A veces se nos olvida ordenar las prioridades que tenemos en la vida. Nos dejamos avasallar sin ningún cuidado por esos espejismos que nos ofrecen la fama y la fortuna como meta principal. Se encargan de mantenernos al tanto de quiénes son los agraciados que aparecen como más ricos en la lista Forbes (nunca he sabido si nos lo dicen para que les admiremos o para que les tengamos compasión). Y no descuidan la ocasión de comunicarnos (anuncios, películas, canciones) que siempre es mejor ganar un poco más con un poco menos de esfuerzo.

¿Se nos ha ido la olla? No sé, pero creo que nos vendría bien una brújula.

Hay una buena noticia: podemos volver al centro en cuanto lo decidamos, al camino importante, al de las cosas profundas y las miradas interiores. Sí, suena “plasta” pero todos sabemos que está ahí dentro, en cuanto nos ponemos a escuchar.

Podemos rescatar algunas cosas valiosas: básicamente, las que contribuyen a mejorar un poco el mundo o, por lo menos, no colaboran para que siga cuesta abajo.

Hay un motivo importante. Cuando nos vayamos al otro barrio, no podremos llevarnos las vasijas de oro y plata.

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Ya lo dijo Séneca: sin prisa pero sin pausa

Tal vez no lo dijo de la misma manera, pero esa era la idea.

La ansiedad del tiempo (que se emparenta mucho con la impaciencia) es una enfermedad más propia de nosotros, los actuales, que de ellos, los antiguos. ¿Por qué tenemos siempre tanta prisa?

Alguien dijo que la prisa consiste en tener el cuerpo en un sitio y la mente en otro. Y nosotros, que practicamos cotidianamente eso de tener la mente en otro sitio, solemos experimentar sus consecuencias. Sabemos muy bien a qué sabe el desasosiego que va con la vida moderna, el estrés, la hiperactividad, el “quiero y no llego” que se repite una y otra vez, aunque a veces no entendamos qué tiene eso que ver con el tipo de vida que llevamos.

Si echamos un vistazo alrededor, es un sinvivir. A todas horas y en todas partes nos bombardea un cúmulo de estímulos, de mensajes, de propuestas para tomar decisiones, pequeñas y grandes (compre esto, venda lo otro, hazte un seguro, lleva a los niños a clase, come, haz deporte…). Y todo, rápidamente. Hasta la lentitud la queremos de inmediato. Así que llegamos al final del día con un ritmo acelerado en el que no hemos encontrado un espacio para reflexionar. ¿Y para qué queremos reflexionar? Pues para preguntarnos qué es lo realmente importante.

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