Ignoramos nuestra estatura hasta que nos ponemos en pie.
(Emily Dickinson)
Hace bastante tiempo tuve la suerte de entrar en contacto con esta escuela de filosofía que nació del maravilloso impulso del profesor Jorge Ángel Livraga. Desde entonces no sólo no he dejado de encontrar verdaderos tesoros de conocimiento en las enseñanzas de tantos maestros que han alumbrado a la humanidad, sino que, más importante aún, la filosofía me ha enseñado a despertar la capacidad de ver y comprender por mí mismo, de poder dar y de crecer interiormente en esta maravillosa aventura que es la vida.
Por ese motivo es que quisiera comenzar esta nueva etapa del blog sintiéndome agradecido y recordando al profesor Livraga en el 19 aniversario de su muerte. Gracias a seres humanos como él es posible que se eleven senderos de concordia, de conocimiento y de esperanza, que permitan el reencuentro del ser humano consigo mismo, con los demás y con la Unidad de la Vida.
En este nuevo impulso, en pleno siglo XXI, por elevar a la filosofía como el verdadero arte que es de buscar el conocimiento y los valores duraderos, estamos muchos seres humanos.
Y creo que todos nos encontramos buscando, en cierto modo, un importante equilibrio entre la mentalidad científica y el impulso trascendente religioso.
Hoy, más que nunca, las religiones necesitan abandonar sus facetas más intransigentes e intolerantes, reconocerse como medios y no como fines, medios para despertar y acercar al ser humano a su faceta más espiritual. Esto, no me cabe duda, acercaría también a las religiones unas a otras. Del mismo modo, cuando la ciencia no teme al misterio, puede ser inspiradora de esa intuición trascendente del ser humano si no olvida que no es un fin en sí misma sino un medio para ayudarnos a descubrir las profundas verdades que la vida esconde.
Estoy convencido de que si la filosofía impregna a la ciencia de una vocación de profundidad en la naturaleza trascendente y ética del ser humano, ambas, ciencia y filosofía empezarán a servir el nexo de unidad entre las muchas religiones enfrentadas… aunque siempre habrá fanáticos y adoradores de la ignorancia entre los creyentes y ateos.
Vivimos tan deprisa que no nos damos cuenta que la mayor parte de las experiencias y circunstancias que nos acontecen en la vida las hemos sembrado con anterioridad.
Es buena práctica preguntarse por la finalidad e intención que anima la mayor parte de nuestros actos. Hacer consciente el para qué de lo que hacemos. El enfoque, el sentido es muy importante, no sólo por el resultado objetivo que producimos a través de nuestros actos, sino por el estado de la conciencia con el que vivimos y por tanto con el que saboreamos cada instante.
La realidad presente y futura la construimos primero en nuestra mente y en nuestro corazón.