El esplendor de la amistad no radica en una mano extendida, en la bondad de una sonrisa o en el placer de una compañía, sino en la inspiración del espíritu al descubrir que alguien cree en nosotros y está dispuesto a brindarnos su confianza.
Gracias, Sol, por enseñarnos a sentir la unidad de la vida; por arder en el corazón del alma despierta impulsándola a manifestar tu misterio de luz y calor.
El hombre, como el loto, es hijo de la tierra y el sol. Y necesita recorrer ese camino que hay entre la semilla y la flor, ese camino de aspiración vertical y de crecimiento interior.
La paz interior no es un producto de la represión de las propias aspiraciones, ni de la conformidad para con todo, sino una unidad interior que nos permite avanzar plenamente hacia las metas superiores que concebimos.
Una educación integral tendría que poder desarrollar en el hombre nuestra naturaleza interna, en su triple aspecto: voluntad, amor e inteligencia, canalizada a través de una mente ordenada, una psique armonizada, una vitalidad activa y un cuerpo sano.