Dijo Amado Nervo que solo hay tres cosas dignas de romper el silencio: la música, la poesía y el amor.
Y en una composición musical están presentes las tres cosas. Música, poesía y amor. Si faltara alguna, no habría música. Sería preferible el silencio. Pero cuando el silencio se expresa, necesita de las tres vías. Y si no están presentes las tres, solo hay ruido, que no tiene nada que ver con el silencio, ni con su expresión.
Hay música y ¡qué música! Pero también siempre hay poesía. Porque ¿no son poesía los sonidos que nos revelan el misterio de la belleza en toda su extensión, que abre los ojos del alma para que en verdad puedan ver?, ¿que abre nuestro ser interior al universo que nos rodea, y nos adentra igualmente a nuestro universo interior? ¿Y no son los dos universos el mismo universo, una y la misma cosa?
Y también es amor, porque el amor es la llave de la poesía, y también de la música. En verdad el amor es la llave de todas las cosas. No hay nada que se mueva sin amor. Palpamos, vivimos, sentimos, casi a flor de piel, casi a flor de lágrima, el amor y la poesía que desprende la música. En verdad no hay música sin poesía y amor, como tampoco puede existir poesía sin amor ni música, ni amor sin música y poesía.




