A mi muerte…

Hace tiempo participé en un foro de literatura dejando algunas palabras sobre Hölderlin (el poeta alemán), y como el tema me gustó, dejé mi correo como firma. De eso hará casi un año. Pues bien, hoy me ha escrito alguien que leyó mi texto. Me pregunta dónde puede encontrar el libro Hiperión de este mismo autor; yo le remití a www.librodot.com pero al parecer no tienen a Hölderlin en su base de datos. Le contesté que si no lo encuentra me lo diga e intentaré ayudarlo, todo sea por divulgar la poesía, algo que en mi opinión Occidente tanto necesita.

El caso es que me fui directo a mi biblioteca personal, busqué entre los libros de Hölderlin, cogí su Hiperión, lo abrí al azar y allí estaban, aquellos párrafos que en su día subrayé, y las tres palabras que escribí en el margen para que no quedara lugar a dudas: “A mi muerte”. Es decir, deseo que algunas palabras de este malogrado poeta coronen mi tumba o mi urna, para que así aquellos que lo lean se marchen con una sonrisa en los labios.

Extraigo algunas de aquellas frases para los lectores de este blog:

¡Oh, acoged de nuevo en la familia de los dioses a los hombres que eternamente buscan, a los prófugos! ¡Acogedlos en la patria de la naturaleza, de la que han huido!

Los que solo sirven a la necesidad y desprecian el genio, los que no te respetan, ¡vida simple de la naturaleza!, son quienes deben temer a la muerte.

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Tus propias trampas

Un texto muy chulo de una damita con sentimiento profundo y pseudónimo Fenix, venía a decir hace unos días que hoy no tenemos grandes epopeyas sino pequeñas historias. Es posible que la lectura de sus palabras nos despertase un mensaje y por ello, últimamente, los blogueros hablamos de héroes cotidianos.

Y, sin embargo, aunque las batallas no sean de sangre, siempre hay un motivo por el que luchar. Uno de los que más me convence es la dignidad del ser humano, la de cada uno, que se pone en juego continuamente sin darnos cuenta.

Suena exagerado, mas pongamos en el microscopio un rato de nuestro día vulgar. Se nos dan oportunidades sencillas de responder de un modo u otro, sin cesar: la viudilla de ochenta años nos va a contar otra vez sobre la guerra, un móvil ha quedado olvidado junto a nosotros, es más sencillo copiar textos que crearlos, he acabado la cerveza y el camarero anda despistado… Lo que ocurre es que, si somos mínimamente cívicos, ni nos lo planteamos, o sí, y podríamos exagerarlo aún más, para lo malo y para lo bueno.

Lo duro es cuando lo que se te pone de cara es algo nuevo, algo inesperado, algo que jamás te has planteado, algo que de veras deseas hacer, aunque no te suene muy «digno», pero jovar, siempre hay un buen motivo para fallar, yo me lo merezco, por ejemplo, no va a ser tantas veces, si nadie se va a dar cuenta y… yo en el fondo no soy así.

Pues bien, mi parecer, y el de algún sabio escritor que sin duda me inspiró esto es: sí, sí eres así. Tus conductas te dan o te quitan dignidad, te ganas o te pierdes a ti mismo en cada pequeña respuesta que das a la vida. Y no se trata de andar de puritanos; más bien, de ser sinceros con nosotros mismos.

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Héroes de hoy

Decían los griegos que entre los dioses inmortales y los hombres mortales había un punto medio, un eslabón, un puente entre los unos y los otros, y que estos eran los llamados héroes, hombres mortales que sin embargo se comportaban y pensaban como si fueran dioses. Por ejemplo, el bombero que se lanza al fragor del fuego sin temor a la muerte o a pesar de sus miedos, es un héroe porque siendo mortal actúa como si no lo fuera poniendo en riesgo su vida. Los voluntarios que ayudan de forma generosa en miles de sitios también son héroes; ellos cuidan de los demás tal y como hacen los dioses con los hombres. El artista inspirado que logra crear algo bello estaría emparentado con Apolo y con Dionisio, también podría decirse que son héroes.

Y así, siguiendo este símil mitológico, podríamos ir viendo las cualidades de los dioses y descubrir que cuando estas las vive un hombre, estamos ante todo un héroe. Recomiendo los libros “Las diosas de cada mujer” y “Los dioses de cada hombre” de J. Shinoda Bolen; podría ayudarnos a saber qué tipo de héroe llevamos dentro.

Pero hay otro tipo de héroe que pasa más desapercibido, el que a semejanza de Prometeo roba el fuego de los dioses y lo lleva a los hombres, a pesar de saber que será castigado a sufrir de por vida. Son aquellos que con sus enseñanzas nos abren la mente a nuevas ideas, aquellos que nos muestran con sus libros las profundidades del alma, los secretos de la vida. Pero no me refiero a algunos eruditos que desde su vanidad nos apabullan con sus citas sin tocarnos “la fibra”, sino a esos otros capaces de olvidar todo lo que saben para redescubrirlo con sencillez junto a nosotros, adaptando con arte todo su saber a nuestro pequeño saber, haciéndolo algo vivo, cercano y vibrante.

A esos héroes del fuego dedico hoy este blog.

¿Hasta dónde llega el alma?

No estoy segura, según el día, de si tendrán alma los animales. Cuando jugaba con Elsa y con Lola, mis perrillas, me sentía tan compenetrada con ellas, las entendía tan bien…

Algunos compañeros de esta «escuela» dicen que lo que tienen son sentimientos, pero que pensar no piensan. No sé yo qué decir a eso, la verdad, porque en ocasiones la única que tenía una buena idea en una tarde gris era la perra.

Pero sí, posiblemente se refieran a que no se paran a dilucidar sobre el funcionamiento de los motores o sobre si el universo se creó por casualidad o existe una explicación lógica para que tantas casualidades se den al unísono.

Aunque eso no quita, digo yo, para que mis chicas, que ya no están conmigo, tengan un almita, aunque no sea igualita que la mía. Si en realidad, todo lo que existe está unido por una fuerza creadora, si de verdad, todos somos de una misma pasta con distintas formas, entonces Elsa y Lola están aquí, están en mi, siguen ahí, en cierto modo, y a eso yo le voy a llamar tener almita.

Y, vamos a ser valientes, ¿por qué no va a ser así? Si con algunas personas, como mis hijos, mi marido, mi mejor amigo, y a veces hasta mi perro me siento sola, y si otras veces me siento una con la música que escucho, una con el sol que siento en la piel, una con la Tierra que se mueve y me mueve… seamos valientes, por qué no voy a ser una contigo, con todos vosotros, con todos los hombres.

Este blog…

Llevamos ya algo más de dos meses en marcha con el proyecto de este blog y mirando hacia atrás, a pesar de la juventud de la «criatura», he extraído varias conclusiones que quiero compartir con los lectores:

– Pensé que en algún sitio habíamos dejado los principios que guiarían nuestro blog, o al menos los que queríamos proponer, pero no ha sido así. Quizá lo haya compartido sólo con los «bloggeros» pero no con el resto de lectores. Tendré que poner la típica página del «acerca de…»

– Me pareció evidente que los visitantes del blog de un «filósofo cotidiano» entenderían que esta web no es para la discusión profunda y teórica, sino para compartir experiencias de cómo vivir la filosofía en el día a día de la gente normal y corriente del siglo XXI (nacidos en el XX), como los que esto escribimos. En algunos casos me ha parecido asistir a discusiones del siglo XIX, o a las de los años 60-70.

– No creía que hubiera gente con tantas ganas de enfrascarse en largas discusiones que no conducen más que a la discrepancia de pareceres. En algunas ocasiones hemos aprendido a ser más rigurosos y no basarnos en sentimientos o gustos para argumentar racionalmente. En otras, hemos comprobado cómo la falta de educación y de estilo puede echar por tierra cualquier argumentación.

– Próximamente tendremos algún nuevo escritor que se sumará al grupo ya existente. También está en proyecto poner una breve introducción de cada uno de los que escribimos, para que nos conozcan más (y critiquen menos ) los lectores.

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Les hemos fallado

Cuando en una sociedad las cosas no van bien, los primeros en caer, en perder su rumbo, en vivir al margen del “american style way of life”, en huir de sí mismos buscando la autodestrucción, que es como un lento suicidio pero sin el como, son los más débiles, los menos favorecidos por la educación y la economía, cumpliéndose así esa vieja frase que dice: “la cadena es tan fuerte como el más débil de sus eslabones”.

Hace unos días, atravesando una zona de naranjos en Valencia, llamada el hipermercado de la droga, me sorprendió ver el ir y venir de gran cantidad de chicas y chicos jóvenes. Al verlos de cerca, sus rostros envejecidos golpearon con fuerza mi conciencia, y con ello el corazón. Me sentí impotente.

Pero lo que, finalmente, me movió a escribir este blog de hoy fue el encuentro de anoche con uno de ellos. Eran las cuatro de la mañana, mi amigo “el esponja” y yo hacía tiempo que no charlábamos y nos pusimos al día, tras varias horas de conversación, cervezas y risas. Ya nos despedíamos cuando un hombre joven se nos acercó para preguntarnos algo, y acabó contándonos todas sus penas y el tipo de alcohol con que las ahogaba. No es cuestión de entrar en detalles, pero sí me di cuenta de una cosa: si esa persona hubiera conocido la constancia, la paciencia, la fe en sí mismo y un poco de psicología, su vida sería muy distinta.

Pero la sociedad no ha sabido darles esas herramientas, y todos somos la sociedad, por eso me repito a mí mismo: “les hemos fallado”.

El semáforo

El semáforo estaba en rojo para los peatones y en verde para los pensamientos. Ana sonreía despistada mientras observaba la forma de las nubes con desdén. En ese momento, el miedo a no saber cuál era el siguiente paso le impedía recordar de dónde provenía el aroma sabroso que le pringaba el orgullo.

Acompasó al resto de personas que comenzaron a andar en su misma dirección, sin saber exactamente a dónde iba, excepto que solo sería hacia delante.

Algunas frases iban escurriéndose despistadas en su cabeza. Eran ideas leídas en libros que habían anidado en el mundo de los sueños durante años, convencidas de que era el único lugar en el que subsistirían.

El cartel de la estación de autobuses apareció ante sus ojos. Buscó el correcto, dejó caer la bolsa en el maletero y se relajó en el asiento más confortable del mundo, con vistas al futuro.

¿Qué había cambiado para que por primera vez estuviese despierta en aquella estación? La costumbre de buscar las respuestas fuera le hizo mirar por la ventana y se topó con su propio reflejo. Tenue, eso sí, pero suyo. Esta vez la sonrisa surgió de su magma y como un volcán que conoce su momento, la risa, las lágrimas y la comprensión estallaron a la vez.

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Más blogs de filosofía

En esta ocasión voy a mencionar otro nuevo blog de filosofía, que cuando escribí el artículo anterior aún no conocía.

 

  • Profesor Patricio Lepe Carrión
  • En este caso, tenemos otro encomiable esfuerzo de un profesor de filosofía para hacer de la filosofía no solo una búsqueda personal del conocimiento, sino también un diálogo, una búsqueda en común, junto a sus jóvenes alumnos. Estoy seguro de que si Sócrates volviera a nacer en nuestro tiempo tendría un blog… o que Platón escribiría blogs en lugar de diálogos.

Los que hemos empezado a escribir un blog, nos damos cuenta de lo difícil que es mantenerlo, escribir casi diariamente, aportar nuevos temas, nuevas ideas para los lectores. Y sobre todo, tener esa imagen de algo vivo, que se transforma diariamente a medida que su autor o autores, con la colaboración de los comentaristas, van descubriendo nuevas facetas de la vida diaria.

¿Justifica el fin los medios?

Espero que la cantidad de veces que eso es así, que algunas habrá, sean muy, pero que muy inferiores a las que, para nada, eso es plausible. Decía Gandhi que “El fin está en los medios, como el árbol en la semilla”. Por muy buenas que sean las causas que se defiendan, debe haber una coherencia entre el medio de llegar y la finalidad que se persigue; en caso contrario, se incurre en una contradicción interna difícil de sostener y que hace sospechosa cualquier finalidad, y a su vez la finalidad estaría apoyada sobre pies de barro, pues si aquello que se defiende se desprecia en sus medios, ¿qué extraños motivos animan a tal fin?

Confieso que esta idea me la ha sugerido el manual de diseño de campañas ecológicas de Greenpeace, donde, entre otras muchas cosas, habla de no usar la violencia (yo incluyo en ella el insulto y la difamación), respetando a todo el mundo, sean aliados, neutrales o adversarios. En este caso no se puede usar la violencia cuando se defiende que, entre todos, no violentemos la naturaleza degradándola. Si piden respeto por algo, no pueden hacerlo sin, a su vez, ser ellos respetuosos.

Un grupo como Greenpeace y todos aquellos que tienen como motor el amor, sea a la naturaleza, a los castillos, a viajar, a los animales, al conocimiento o a Dios, no pueden permitirse otra actitud, entre ellos y con los que les rodean, que la de la más sincera fraternidad. En caso contrario, pienso que deberíamos, muy seriamente, sospechar de sus verdaderas intenciones.

Lo más importante de tu vida

Durante muchas tardes, conversamos en aquella misma mesa que tan bien nos conocía, y en ocasiones pensé que hasta los cafés eran los mismos. Quedábamos los miércoles a las cinco, como los toreros, para charlotear, comentar y dibujar paisajes del puzle de la vida.

Enfrascadas en una de esas deliciosas batallas dialécticas en las que ambas ganábamos, al menos en conocimiento y entretenimiento, me dijo un frase que me dejó sin respuesta:

«Aún no te has dado cuenta de que lo más importante de tu vida, eres tú».

Me quedé pensando un rato. Había tantas cosas que se me ocurrían más importantes que yo o, cuando menos, igual de importantes: mis hijos, todos las personas en general me parecen igual de importantes, o actuar con un sentido generoso o al menos no dañino era también algo importante para mí… Me sonaba muy egoísta aquella frase.

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