Permitidme parafrasear a Shakespeare. No es que esté en desacuerdo, lo cual no sería extraño dado mi temática “filosofía contracorriente”, pero lo que sí se puede, y prueba de ello es que lo hago, es dar unos cuantos pasos hacia atrás, ir al antes, mucho antes de plantearse el “To be or not to be, that is the question”, pues, sinceramente, creo que hay un estado previo al “Ser”. Y si planteo tal cosa es porque en mi trato diario con mucha gente veo que puede ser de utilidad. Quizás me equivoque al hacerlo y convierta este blog, una vez más, en motivo de polémica, pero ya estoy acostumbrado.
Muchas veces oigo eso de “sé tú mismo, sé tú mismo” en cientos de anuncios con el único fin de que, precisamente, dejes de serlo y consumas el producto anunciado, estrategia de identificación creo que lo llaman. Bueno, el caso es que veo cómo se confunde, nos confundimos, a la hora de separar las cosas que vienen de nuestro pequeño yo, ego o yo personal, con el yo grande y verdadero que a uno le hace ser y no dejarse ser. El primero suele ser egoísta, orgulloso, atender a necesidades materiales, a buscar su bienestar y seguridad antes que nada, lo cual está genial, no lo critico. Lo que quisiera es mostrar la diferencia con el otro yo grande, fruto de nuestro esfuerzo consciente por entender el mundo que nos rodea y que se muestra generoso allí donde ve que hace falta.
Para llegar a ese “sé tú mismo” y, por lo tanto, “Ser” de verdad, primero hay que conocerse, distinguir en uno mismo lo que le viene de herencia genético-cultural y constituye su ego, de lo que se ha currado conscientemente y es su propia e intransferible conquista interior, su verdadero tesoro.
Por todo ello deduzco que sólo conociéndose uno mismo se puede llegar a “Ser”.
“Conocerse o no conocerse, es la cuestión”.