Diógenes

Hace unos días nos reunimos en casa unos amigos, y, estando rodeados en la mesa como estábamos, de jamón serrano, queso de oveja manchega, espléndidos boquerones en vinagre con su necesaria cebolleta fresca, buen vino de León y demás exquisiteces de nuestra bendita tierra, comenté que, considerándonos filósofos, pensaba en qué diría mi querido y admirado Diógenes de semejante reunión.

Alguien dijo:

–Bueno, sí, Diógenes solo comería lo que le diesen, y dormía en un viejo barril, desnudo de todo lo superfluo, pero también es cierto que se confesaba pajillero.

Algo de humano tendría que tener. Os cuento esta anécdota porque me ha sucedido a veces que tras enviar alguno de mis escritos, en los que hablaba, pongamos por caso, de Mozart, de los romanos, o de alguna persona en particular, viva o muerta, famosa o no, alguien me ha contestado que estoy muy equivocado. Que Mozart era en su vida corriente un imbécil infantiloide, que los romanos eran unos borricos con dos patas, o que tal persona no era como yo la describía, que yo estaba muy equivocado y que en realidad era un sinvergüenza.

Y siempre he contestado lo mismo a estas objeciones. Que me importa un pepino si lo que pienso y siento de ellos se acomoda a la realidad o no. Que lo que me vale son los valores que extraigo de ellos, lo que me aportan tal como los pienso (o los sueño)

Qué me puede importar a mí que Mozart fuera, como dicen muchos, un inmaduro para la vida o un juerguista ridículo. Eso no cuenta. Lo que cuenta son las páginas que escribió, que hacen brotar de mi corazón, y en muchos otros, lágrimas de dicha. Que me lleva a paraísos nunca soñados, que consiguen que ame a los hombres y descubra a Dios. Eso es lo que me importa, y los que ponen el énfasis en su aspecto vulgarmente humano, seguramente no tienen la sensibilidad suficiente para valorar su inmensa aportación a la Humanidad.

¡Qué me importa a mí que Diógenes se hiciera pajas! Bendita sea su alma, y que las disfrutara. A mí lo que me importa es su terrible ejemplo de sencillez, de austeridad, de grandeza, de valor y de humanidad en suma. Eso es lo que me importa.

O que me digan que los romanos eran unos degenerados y unas acémilas. A mí lo que me importa es que el derecho que hoy día organiza nuestra cultura es el de ellos, y que nadie ha inventado todavía nada nuevo ni mejor, que extendieron la cultura griega por toda Europa, que es la misma y la única que tenemos hoy día y de la que tenemos que mamar lo queramos o no y que los tenían más grandes que el caballo de Espartero, y para tender un puente o hacer un acueducto no se andaban con pamplinas. Lo hacían y punto. Y hoy están donde mismo los pusieron, y seguramente estarán en el mismo sitio dos o tres milenios más. Nuestros nietos verán caerse el nuevo puente Suazo y el viejo seguirá por encima del caño como si nada.

Perdón por las palabras malsonantes.

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