Alguien me ha comentado que mis últimos blogs no son tan “contracorriente”, trataré de esmerarme en lo sucesivo.
El otro día me llamaba una amiga diciéndome que estaba un poco asustada. Al preguntarle la razón, se mostró un poco reacia a hablarme sinceramente. Finalmente me contó que una mujer, la cual le inspira confianza, con supuestas dotes de vidente le dijo que estaba muy próximo el fin del mundo; luego, me preguntó qué pensábamos nosotros sobre esos temas, como si en Nueva Acrópolis tuviéramos una respuesta “oficial”, y ciertamente se han dado charlas y escrito muchos artículos sobre el milenarismo, y ese espíritu catastrofista temeroso del fin de los tiempos, pero no, no tenemos, que yo sepa, una respuesta concreta aunque, los socios, seguramente coincidiremos en muchos puntos.
Sobre el tema de si la vidente es vidente o deja de serlo, no entraré; sólo espero que si existen los mundos invisibles no sea únicamente Saint-Exupery el que pueda captarlos.
Pero sobre el fin del mundo sí me atrevo a decir algo: A mi amiga le contesté, más o menos, que no creo en el fin del mundo, no de esa manera catastrofista, por más que saquemos a relucir lo del Diluvio universal. Lo que sí creo es en el fin de un mundo, de una forma de ver la vida, de un estilo de vivir, de ese mundo empeñado en cargarse el planeta explotando sus recursos, de ese mundo que no duda en esclavizar a niños para darse la gran vida, o hacer de la guerra una industria. En el fin de ese mundo sí creo, y me parece que en el fondo todos creemos.
Basta con que cambiemos nuestro punto de vista, con que tengamos un estilo de vida respetuoso con el planeta, con que los valores que nos inspiren nos lleven hacia “otro” puerto, y ya estaremos en el fin del mundo… o en el comienzo de uno nuevo.