La Naturaleza

Sentada en este lugar que habito cada mañana, me descentra y a la vez concentra hoy la lluvia. En ella encuentro, como en cualquier parte de la Naturaleza, muchas similitudes conmigo y contigo. Todo es vehementemente susceptible de contarnos cosas importantes.

Puedo contemplar la rutina en la asiduidad de su presencia, y a la vez todo tipo de ritmos internos si me paro a seguir el paso discontinuo de unas u otras gotas, de cada uno de nosotros.

Forman entre todas un hermoso conjunto al que concebimos todos así, como un todo; la lluvia. Ese gran Uno, compuesto por millones de unos. Y si lo vemos tan claro en cada día de lluvia, ¿cómo nos cuesta tanto entendernos como a Uno solo, aunque cada uno lleve su propio ritmo?

La lluvia nos muestra su capacidad con infinitas formas de expresión, cada una de ellas evocadora. Se presenta clara y fresca o tormentosa y gris, aliviante en verano o asesina si lo desea, como nosotros con lo que nos rodea. Es una fuerza de la Naturaleza, lo cual ya debería decirnos suficiente.

Aún más me cuenta esta hermana húmeda cuando atrapa mi vista una de esas gotas de lluvia que cuelgan de la barandilla boca abajo. ¡Qué serenidad! Esperan pacientes a caer al suelo, y desde ahí correr con muchas otras en forma de riadilla, calle abajo. ¿Por qué nosotros no somos capaces de estar serenos ante el suelo contra el que chocaremos irremediablemente, para correr junto a muchos más tomando una forma distinta? Sea río, sea nube.

Su pequeño tamaño y abundancia nos puede confundir hasta hacernos creer que no son algo importante y, sin embargo, una sola de ellas es todo un mundo, cuando menos físico, en su interior. Un mundo bello y estético, un mundo perfecto y matemático, como todos nosotros.

Y, como yo solía soñar, resulta que hoy ya tenemos muestras de cómo una gota de agua modifica su forma según el estímulo al que le sometamos. Poco más hay que decir ante tal rotundidad. Hermana mía, pequeña inmensa gota de agua.

Hay tantas lecciones escritas a nuestro alrededor.

Ojalá el mundo hablase un solo lenguaje, ese que tenemos en común y no es necesario aprender. Entonces, nada habría que defender ni discutir. Entonces, las palabras rápidas dejarían sitio a las miradas profundas.

“…Un solo átomo contiene todos los elementos de la Tierra.

Un solo movimiento del espíritu contiene todas las leyes de la vida” Kalil Gibran.

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